Hace solo tres meses, Mark Gillespie era un futbolista que no tenía claro su presente ni su futuro. Un guardameta sin portería que defender. Un deportista sin tener que levantarse para ir a entrenar cada día. Se había quedado sin equipo, después de que el Motherwell, tras dos años siendo el titular, le confirmara que no le iba a renovar el contrato. La crisis económica surgida en los clubes modestos, a los que él podía aspirar, podía llevarle a duros meses sin encontrar acomodo. Pero entonces llegó la llamada del amor de su vida: el Newcastle United. La semana pasada, Mark Gillespie vio cómo se alineaban los planetas y cumplía el sueño de su infancia: debutar con las urracas en un partido oficial.
Cuando Mark Gillespie cumplió siete años, el mundo se le abrió. Sin saber siquiera cómo, pasaba a formar parte de las categorías inferiores del Newcastle. Fue el portero que quemó etapas admirando cómo Shay Given y Steve Harper hacían historia, aunque al primero al que admiró fue al checo Pavel Srníček. Pero con 16 años, todo le abrumó. Estaba en el momento en el que debía empezar a pensar en firmar su primer contrato profesional, pero la realidad era que en vez de eso, abandonaba el Newcastle para unirse al Carlisle United.
Durante diez temporadas estuvo en las filas de su nuevo club, jugando siempre entre la League One y la League Two (además de una cesión a un club de categoría no profesional). Pero sus aspiraciones parecían no tener más recorrido. Ese era su destino, moverse por equipos de la tercera y cuarta categoría del fútbol inglés. Después de tres años en esta última (en los primeros años, en League One, no era el titular y de hecho en algunas campañas ni llegó a debutar), decidió que no podía seguir en el infrafútbol, que su nivel era algo superior, y firmó por el Walsall, que le devolvió a la League One, pero donde no fue indiscutible.
Y eso le cambió el chip. Quizás era mejor salir a un campeonato menor donde tuviera un mayor reconocimiento. Apareció entonces Escocia, el Motherwell, y además de la oportunidad deportiva se encontró con la posibilidad de estar más cerca del Norte, de Newcastle, de casa. En Escocia anduvo dos años, con más gloria que pena, pero entre todas las partes se decidió que lo mejor era no renovar. Gillespie ya había hablado con el Newcastle a principios de 2020 y sabía del interés. Pero el acuerdo verbal, que parecía hecho, estuvo muy cerca de no efectuarse nunca.
Porque, inmerso en un proceso de venta, el Newcastle tenía las operaciones bloqueadas, los objetivos eran otros bien distintos y el parón mundial por la pandemia suponía otro revés en las aspiraciones de Gillespie, que ya soñaba con volver a casa pese a saber que lo iba a hacer en un papel casi residual, el de tercer portero de un equipo que solo cuenta si se suceden varias desgracias paralelas en el tiempo que le lleven a ser importante o tener protagonismo.
Y todo sucedió. En julio el Newcastle confirmó su llegada y nada más hacerlo se informó que Dubravka, el meta titular, estaba lesionado para el principio de la temporada. Así, todo corrió un sitio, Gillespie pasó a ser suplente y eso significó que iba a ser el elegido por el técnico, Steve Bruce, para jugar los partidos de Copa.
“Los niños de Inglaterra sueñan con jugar en la Premier, pero los niños de Newcastle sueñan con jugar en el Newcastle”, decía el propio Gillespie cuando tenía la confirmación oficial de que iba a debutar, a sus 28 años, en el equipo que había abandonado hacía 12 años y al que no creía ni en sus mejores sueños volver. El Newcastle venció al Blackburn Rovers con una actuación destacada de su portero, a quien la grada le profesó un amor desmedido pese a ser un novato al que casi no conocían.
Peculiar, la gente de Newcastle sentía que uno de ellos estaba sobre el césped. Un cariño que, evidentemente, solo se dio en la calle, y en las redes sociales, con la entrada a los estadios prohibida. “Estoy en la luna. Es el sueño de mi vida cumplido. Es el mejor partido de mi carrera y es un orgullo para mi familia”. Hasta la vuelta del portero eslovaco, Gillespie se seguirá sentando en el banquillo y siendo titular en los partidos de Copa. En apenas cinco días ya ha visto desde dentro en dos ocasiones el estadio del Newcastle. Aquel niño que durante su infancia y adolescencia ocupó una butaca en uno de los fondos de St. James Park y viajaba en los partidos de visitante por todo el país, ya ha defendido la portería de las urracas y se ha sentado en su banquillo. El día de su debut le quiso dedicar la portería a cero a alguien especial, Jordan Thompson, quien había sido compañero suyo en la academia del Newcastle y que ese mismo día hacía 15 años de su muerte por leucemia. Porque esas son las cosas que de verdad importan.
You must be logged in to post a comment Login