Hace unos años se viralizó un logo que impreso en camisetas rezaba “Popovich Kerr 2020”. Tenía que ver con las elecciones estadounidenses y con dos entrenadores que, lejos de mostrarse neutrales, se mojaban políticamente no tanto pidiendo voto directo, sino con unas declaraciones coherentes ante situaciones que ellos entendían dignas de debate. Básicamente, invitaban a la población norteamericana a plantearse cosas, a hacer una profunda y necesaria reflexión.
Popovich es conocido por ser uno de los mejores entrenadores NBA de todos los tiempos (para mí es el número 1), pero su integridad hace de él una persona que merece un respeto aún superior al deportivo. No hace mucho pudimos verlo manifestándose en contra del gobernador del estado de Texas, al que pertenece la ciudad de San Antonio, por las declaraciones de este al respecto del uso (o no) de la mascarilla en el peor momento de la pandemia. En relación a ello, recuerdo cómo también se hizo viral la foto recibiendo la vacuna y sus palabras cargadas de responsabilidad y empatía que confrontaban con la campaña antivacunas y el negacionismo que tan hondo (y peligrosamente) caló en determinados sectores de la población.
Claro que eso no es todo. Su compromiso en causas raciales siempre ha sido firme. En su momento, al ser preguntado por la periodista Melissa Rohlin, Pop incidía en la importancia del gesto de Colin Kaepernick y de cada persona que ponga el foco en cualquier injusticia. Por otra parte, fue capaz de hablar abiertamente de la cuestión reconociendo que “es difícil para muchos entender el sentimiento cotidiano con el que muchos negros tienen que lidiar, a pesar de que la mayoría de la policía está tratando de hacer su trabajo, lo cual no es fácil”, para continuar introduciendo un tema que merece una reflexión profunda (y que está hoy en boca de todos tras la intervención de Kerr): “El conflicto se incrementa debido a la abundancia de armas, problema con el que otros países no tienen que lidiar. Todo se complica sobremanera. Cuando alguien como Kaepernick llama la atención sobre eso obliga a que la gente tenga que enfrentarse al problema, porque es demasiado fácil dejarlo ir con la excusa de que no tiene nada que ver con su vida cotidiana. Si no es tu experiencia diaria, no la entiendes. Nunca he tenido que hablar con mis hijos sobre cómo actuar frente a un policía cuando te detiene. No he tenido que hacerlo. Todos mis amigos negros lo han hecho. Hay algo que está mal en eso, y todos lo sabemos (…) El diálogo tiene que mantenerse vivo, tiene que ser continuo, tiene que ser persistente, y todos tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que eso suceda en nuestras comunidades”.
Este es solo un ejemplo, pero podríamos volver al día en el que Donald Trump gana las elecciones americanas: “Tengo náuseas por esto. No básicamente porque los republicanos ganasen, sino por el desagradable contenido y el tono de todos los comentarios que han sido xenófobos, homófobos, racistas y misóginos. Vivo en un país en el que la mitad de la gente ha ignorado todo eso para elegir a alguien. Esa es la parte más espeluznante para mí”. Son solo algunas de los pensamientos expuestos por el veterano entrenador en noviembre de 2016 en Spurs Nation.
Seríamos capaces de proseguir y hacer incluso un monográfico de Gregg Popovich. Sin embargo, hoy resuena el discurso de Steve Kerr en sala de prensa antes del cuarto encuentro de la final de la Conferencia Oeste que enfrentaba en Dallas a sus Warriors contra los Mavs. Para entender la frustración de Steve Kerr habría que remontarse a su juventud. A esa llamada a las 3 de la madrugada el 18 de enero de 1984, en la que Vake Simonian, amigo de la familia, le comunica que su padre había sido asesinado en Beirut por dos terroristas en nombre de la yihad islámica cuando iba hacia su oficina. El padre de Kerr, Malcom, era un tipo que había dedicado su vida a tratar de salvar la brecha entre cristianos, musulmanes y judíos en tiempos en los que a la sociedad estadounidense estos asuntos les sonaban lejanos y abstractos. Kerr fue criado en una familia en la que los valores del respeto, la convivencia o la no violencia eran pilares fundamentales para entender la vida. Pensamiento que ha mantenido pese a sufrir en sus carnes los actos de quienes no respetan nada. Su rectitud, su honradez, se han impuesto siempre a sentimientos tan humanos y lógicos cuando te arrebatan la vida de un familiar como la ira, el rencor o el deseo de venganza. Kerr siempre ha estado por encima de todo eso.
Steve Kerr, como Popovich, no suele morderse la lengua. Al respecto de Donald Trump llegó a decir que “los racistas no deberían ser presidentes”. Para ser exactos, tuiteó desde su cuenta lo siguiente: “En 2017, Trump llamó a los jugadores arrodillados de la NFL que protestaron pacíficamente por la brutalidad policial ‘hijos de puta’. Anoche llamó a los manifestantes de Mineápolis ‘matones’. Es por eso que no se debe permitir que los racistas sean presidentes”. Siempre en contra de la violencia y el uso de armas, las últimas masacres han logrado que explotara. “En los últimos 10 días, hemos tenido a ancianos negros asesinados en un supermercado en Buffalo, hemos tenido a asiáticos que asisten a la iglesia asesinados en el sur de California, y ahora tenemos a niños asesinados en la escuela. ¿Cuándo vamos a hacer algo? Basta ya. Estoy cansado de venir aquí y dar condolencias a las familias devastadas que están ahí fuera». Visiblemente agotado e irritado, lanzó un mensaje que tiene que estar sí o sí sobre la mesa: «¿Se dan cuenta de que el 90% de los estadounidenses, independientemente del partido político, quieren más controles de antecedentes (para los compradores de armas)? El 90% de nosotros. Estamos siendo rehenes de 50 senadores en Washington que se niegan a someterlo a votación, a pesar de lo que el público estadounidense quiere. Ellos no lo votarán porque quieren aferrarse a su poder«.
A veces pienso y me molesto con toda esa gente que dice que los deportistas no deberían entrar en política. No puedo estar más alejado de esta afirmación. Claro que deben. Porque aspiramos a una sociedad mejor. Y, quieran o no, son espejos en los que se mira la juventud. Ídolos que pueden influir positivamente, que pueden poner su granito de arena para que este mundo sea un lugar mejor. Kerr y Popovich, que han mantenido una gran relación de amistad y respeto desde que el primero ganase su cuarto anillo a las órdenes del segundo, son conscientes del poder que pueden tener sus palabras y no permanecen callados. Por eso yo siempre estaré del lado de Steve Kerr, del lado de Gregg Popovich. Siempre del lado de quien se moja. De quien, a pesar de las adversidades y sabiendo que pueden ganarse enemistades, se mantienen firmes en cuestiones de respeto, integridad y valores. Siempre con tipos que clamen en contra de las injusticias.
Ojalá Popovich Kerr dos mil algún día. O alguien como ellos.
Imagen de cabecera: @warriors
Tenerife. Estudié sociología aunque siempre he estado vinculado al mundo de la comunicación, sobre todo haciendo radio. Deporte en general y baloncesto más a fondo.
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