Al final sí hubo pasillo y homenaje. Luis Suárez se despidió del Wanda Metropolitano con honores, en un sentido y caluroso adiós merecido al que se sumó Héctor Herrera y que será recordado, sin duda, como uno de los mejores días en la carrera del charrúa. Si no en lo futbolístico, al menos sí en lo emotivo. Ya le pasó a Villa que, tras una vida entre Sporting, Zaragoza y Valencia, y después de vestir durante años y ganarlo todo con el Barcelona, una sola temporada le bastó para convertirse en rojiblanco de por vida. Suárez, que ha jugado en tres de los equipos con más historia del panorama fútbol (Ajax, Liverpool y Barcelona), no se vio en una igual que lo que vivió el pasado domingo, retirándose entre lágrimas tras saber que es el penúltimo partido (el último en casa) de un equipo en el que solo ha jugado dos años, siendo el primero sin el apoyo de la gente, por el cierre al público de los estadios, y el segundo agridulce por su declive físico fruto del inexorable paso del tiempo. “Allá donde esté, siempre habrá un hincha más del Atlético, porque lo llevaré dentro de mi corazón”, se despidió.
“Gracias Lucho por hacernos campeones”, rezaba una pancarta en el fondo sur poco antes de la hora de juego, ahí donde es común que Simeone empiece a mover el avispero y en ese momento en el que se intuía que el argentino iba a retirar al desfondado uruguayo para estirar al equipo a la vez que el delantero recibía la primera calurosa ovación. “Guardadme un sitio aquí, que quiero hacer historia”, decía Luis el día de su presentación, hace casi dos años, señalando un mural en pleno museo rojiblanco donde se dibujan algunas de las mayores leyendas del club. Y lo hizo. Vaya si lo hizo. Cuando nadie creía en él y salió por la puerta de atrás del Barcelona, 21 goles en una única temporada le valieron para darle al Atlético un título de LaLiga siete años después y a él para reivindicarse como lo que es. Uno de los mejores delanteros de la última década. Incluyendo, además, los dos tantos de las remontadas definitivas con los que el Atlético ganó con sufrimiento los dos últimos partidos para hacerse con el título. La Zona Suárez, que diría Simeone.
Y en estas, en el partido pasó bastante poco. La grada rojiblanca se hartó de entonar el ‘Uruguayo, Uruguayo’, grito de guerra que ha servido desde el Petete Correa hasta Diego Godín, pasando por Diego Alonso o el Cebolla Rodríguez e incluso al Profe Ortega. La mayoría de las veces se hizo por la despedida del propio Suárez, pero también tuvo su minuto de gloria José María Giménez. Después de una temporada difícil, plagada de lesiones, uno de los capitanes del equipo quiso cerrar el curso marcando su primer gol de la temporada cabezazo a la salida de un córner que ya se echaba en falta. Al Sevilla, hasta entonces, le servía el empate para certificar su plaza Champions, pero se encontró casi una hora por detrás en el marcador hasta que en los minutos finales un error en la salida de balón colchonera permitió que En-Nesiry, de cabeza, volviera a meter la bola del Sevilla en el bombo de la máxima competición europea y emplazara hasta la última jornada la definición de la tercera plaza.
Quizás confió Simeone demasiado en su banquillo, o simplemente quiso que sus jugadores recibieran despedidas en el cierre de la temporada en casa, retirando del campo a De Paul o Llorente y dando entrada a otro que decía adiós como Herrera. El argentino, jugando libre, sin ataduras, y por detrás de Kondogbia, demostró que es un gran interior y que ese deberá ser su puesto de ahora en adelante no solo para sumar, sino para no restar. Ante el Sevilla cuajó una de sus mejores actuaciones de todo el año. Llorente, en cambio, volvió a estar algo más plano, muy deslucido en una temporada en la que ha tenido que hacer en muchas veces las labores del carrilero y que es, en términos de rendimiento, un espejismo de la pasada campaña. Y Herrera, sin mucho ritmo, entró al campo frío y quizás con las sensaciones encontradas de quien llegó como un gran refuerzo y ha visto su trayectoria en el Atleti repleta de luces y sombras. Da la sensación que el homenaje al mexicano en realidad solo se produjo porque se daba el adiós de Suárez y estaba feo hacérselo a uno sí y a otro no porque no muchos se acordarán del hacer del mexicano en las próximas temporadas.
Y en estas, el verdadero protagonista, el uruguayo, era un llanto descontrolado en el banquillo bajo una sudadera que impedía ver que estaba realmente emocionado. Tanto o más que justo un año atrás, cuando desde el césped de Pucela hablaba con su familia de la gesta que acababa de lograr y mandaba un mensaje a aquellos que le habían desterrado como futbolista del primer nivel. El mismo día que acabó saliendo escoltado/peleando con agentes de la policía en las inmediaciones del estadio vallisoletano gritando ‘campeones, campeones’.
Cuenta Simeone que no se lo creyó cuando Gil Marín le dijo, en verano de 2020, que si quería al uruguayo para su equipo. Una charla entre ambos bastó para saber que el hambre estaba intacta y que la relación iba a ser corta, pero intensa. Lamentablemente, Suárez ha llegado al Atlético en el declive de su carrera. El uruguayo, que sonaba cada mercado cuando aún jugaba en Ámsterdam y al que se ponía siempre en las quinielas rojiblancas como recambio de Agüero cuando el argentino se marchara, terminó firmando por el Liverpool seis meses antes de la salida del Kun al City y ya nunca fue posible. Un futbolista con ADN rojiblanco que vivió los mejores años de su carrera lejos de las rayas colchoneras, pero que ha terminado (o no) su andadura al máximo nivel haciendo campeón al equipo que era la horma de su zapato.
Y es que son ya 35 años. Quizás él no ha cambiado nada del curso pasado a este y sí ha sido el Atlético el que ha tenido más problemas para el juego asociativo, efectuando uno más directo que es indirectamente proporcional a las condiciones que ya tiene un Luis Suárez al que cuando le han dado un balón cerca del área, ha sabido meterla entre los tres palos como lleva haciendo 15 años atrás. Son 34 goles y seis asistencias en dos temporadas. Máximo artillero en ambas de la plantilla. Y es que, a falta de un partido para el cierre del ejercicio, un Luis Suárez que ha tenido idas y venidas y que dejó de ser titular indiscutible varios meses atrás hasta el punto de ni siquiera jugar un minuto en varios partidos, es con 13 goles el máximo goleador rojiblanco esta temporada. Gracias Lucho por hacernos campeones.
Imagen de cabecera: Getty Images
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