Los genios suelen caracterizarse por hacer apariciones con cuentagotas. Quizás, en ciertos sectores en los que la competencia no es tan feroz, suelen tener mayor presencia. No obstante, si nos dirigimos y clavamos la mirada en un ámbito como el que rodea al fútbol, puede parecer hasta una quimera. Es por eso, que nos resulta difícil, prácticamente imposible, catalogar a un jugador concreto como el mejor. Ahora bien, en la Inglaterra de mediados de los 60 y principios de los 70, había un hombre cuyo apellido hablaba por sí solo.
George Best significó un antes y un después en la historia, alma y corazón del fútbol británico y, especialmente, del Manchester United. Su aspecto desgarbado sobre el césped no iba acorde a su talento. Un talento muy poco usual para el juego de aquel entonces. Su destreza con un balón en los pies hacia las delicias de todo aquel que tuvo la gran fortuna de contemplarle en directo. Puede que su fuerte no fuera el juego asociativo, aunque tal vez residiese aquí su éxito. Gambeteador como pocos se han visto. El delantero que hizo de la finta su modo de vida, su vía de escape y su lugar de confort. Condición que ligada a una velocidad endiablada, provocaba pesadillas en las zagas rivales.
Nacido en Belfast, conocido como el “Quinto Beatle” y apodado como “The Best” por una grada de Old Trafford que no le olvidará jamás, ya que su huella y legado son muy grandes. Partícipe de la famosa “United Trinity” que conformaba junto a Bobby Charlton y Denis Law. Aquel tridente mágico que ayudó al United a conquistar, entre muchas otros trofeos, la Copa de Europa de 1968, año en el que también entró a forma parte del selecto club de los Balones de Oro. Once temporadas, 474 partidos y 181 goles fueron su bagaje vistiendo la camiseta de los “Reds Devils”, que cumplimentó con periplos menos vistosos en otros clubes.
Para muchos fue uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. De hecho, la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol) lo incluye entre los 50 mejores futbolistas del viejo continente, asentándolo en la posición número once concretamente. Además, también le ha hecho hueco entre los mejores del siglo XX, ocupando el puesto número dieciséis. Pero más allá de rankings, listas, etc., lo importante es que su recuerdo sigue muy vivo, y su nombre estará ligado por siempre a la historia de un deporte al que él ha ayudado haciéndolo más especial y glorioso.