La etapa reina de la Vuelta a España 2015, considerada una de las más duras de la historia de la carrera por número de puertos superados, dureza y desnivel, no decepcionó en su resolución. De hecho, solo la falta de kilometraje -no llegaba a 140 kilómetros- evitó que el día y las diferencias fueran históricos.
Seis puertos de montaña, cuatro de ellos de primera, otro de segunda y la Gallina de Especial, superados realizando constantes bucles, tanto en las carreteras por las laderas como sobre el territorio andorrano para trazar una etapa diseñada literalmente por uno de los candidatos al triunfo, Joaquím Rodríguez.
Los tres primeros puertos, superados sin pena ni gloria y a un ritmo tranquilo, dejaron a pesar de todo las piernas marcadas para los siguientes ascensos. Protagonismo para la fuga, con el combativo Omar Fraile a la caza de puntos para su maillot de puntos azules y caldo preparado para el transcurrir de las historias que se desencadenaron en estos siete hombres, siete ciclistas, en Andorra.
Fabio Aru, el fuerte. Acompañado por sus numerosos y potentes escuderos vestidos de azul kazajo, especialmente sus también compatriotas Cataldo y Rosa, supo apoyarse en ellos para aguardar hasta el último asalto. En el puerto final, a 7 kilómetros de meta, lanzó el ataque definitivo, fauces abiertas y mirada clavada hacia delante, hacia la siguiente rampa. El rojo sobre el pecho, el premio a su superioridad en Andorra. Llegar así a Madrid, difícil empresa, su única ambición.
Mikel Landa, el ‘traidor’. Ya han pasado unos meses de los hechos acaecidos en Italia, quizás perdonados, seguro que no olvidados. A la historia de Landa, Astana y Aru apenas le quedan los últimos capítulos ante su segura marcha, aunque todas las partes lo den ya por terminado. El vasco con cara de bonachón, sobrado en la fuga, se lanzaba al ataque a por el triunfo mientras su equipo -o no- empujaba por detrás. “La libertad me la tomé yo”, exclamó sonriente superada la meta. En efecto, nunca esperó a su supuesto líder y se llevó otra etapa reina, como en Aprica.
Joaquím Rodríguez, el oculto. Pese a que él mismo había trazado la etapa por las tierras que bien conoce, el catalán afincado en Andorra apenas se mostró en el que debía ser su día. Lo intentó en el descenso de la Gallina, pero siempre protegido por su fiel compañero, Dani Moreno, que le acompañó de la manita hasta el final. Y no les fue mal. Ambos fueron los únicos que aguantaron unos metros el envite a Aru y fueron los mejor parados entre los favoritos. La estrategia funcionó.
Tom Dumoulin, el pundonor. Sus buenas actuaciones en los repechos de la primera semana no eran casualidad, ni su triunfo en la levantina Cumbre del Sol. Alto, fuerte, estilizado, de maravilloso y potente pedaleo con un porte inamovible sobre la bicicleta, no importa el esfuerzo. Resistió mejor que la mayoría de grandes escaladores continuando su progresión como ciclista todo terreno. Siempre dando la cara por el maillot rojo, prenda que perdió… Su mejor terreno está por llegar. Habrá que dar si le da el pulmón para alcanzar final.
Alejandro Valverde, el carisma. Las piernas del Tour de Francia pesan. Tras su histórica foto, por fin, en París, el murciano acató el reto de la Vuelta con similares ambiciones. Ya cuenta con un triunfo, se apuntó al zafarrancho en el descenso de la Gallina y terminó por claudicar con el ataque de Aru. No obstante en los metros finales supo rehacerse para minimizar pérdidas, continuar en liza para poner la guinda a un año excepcional y, de paso, apoyar a su compañero.
Nairo Quintana, el enfermo. No había un día peor para estar tan débil de fuerzas. En el coche, junto a su compañero Valverde, su cara excepcionalmente marcada por una edad mentirosa mostraba el sufrimiento de las horas anteriores, en las que pensó en abandonar. La fiebre y la lluvia le terminaron de derrotar en el último puerto, dejándose tres minutos y una buena parte de sus opciones de triunfo en Andorra.
Chris Froome, el honor. Una caída nada más salir de Andorra La Vella marcó su día. El esfuerzo para alcanzar al resto de favoritos en Beixalis, el farol de su equipo Sky tirando del grupo y el desfallecimiento definitivo mediada la durísima Gallina. Sin embargo, el doble vencedor del Tour no se permitió ni abandonar una carrera en la que perdía todas las opciones ni dejarse llevar para terminar con calma. Primero ayudado por sus compañeros, luego acompañado solo por el dolor de su pie, sufrió para concluir la etapa a ‘solo’ siete minutos de los favoritos. Luego se confirmó que había corrido la etapa reina con un hueso del pie roto.
Madrid, 1993. Oscense de adopción. Editor en @SpheraSports. Combino Calcio y ciclismo con todas las consecuencias.
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