Los aficionados al deporte
tendemos a convertirlo todo en forofismo. El egoísmo inherente al ser humano
provoca que nos obliguemos a amar u odiar a un deportista o club para poder
tener un aliciente cuando veamos una competición deportiva. En cierto modo es
entendible. La desmotivación es también inherente al ser humano y necesitamos estímulos
que nos mantengan vivos.
Lo que pasa es que el forofismo
suele tener connotaciones negativas en determinados deportes, y así sucede en
el motociclismo. No existe ningún riesgo en odiar, siempre de forma sana, un
equipo de fútbol o baloncesto y desear que pierda todos sus partidos. Es hasta
necesaria esa rivalidad, siempre afrontada desde la madurez que nos permita
discernir un juego de la vida real. Pero cuando los deportistas se juegan la
vida en su trabajo debemos valorarlo por encima de los colores, el número que
lleve y jamás justificar acciones que pongan en riesgo a un compañero.
Una de las reflexiones que me ha
dejado el Gran Premio de Qatar, el primero del año, es esta. Otra de ellas es
que hay ciertos pilotos y países que nadie es capaz de obligarse a odiar. Hay
victorias y podios que nos alegran a todos por igual, aun incluso si superan a
nuestro piloto favorito. Y me he dado cuenta de que nos pasa un poco eso con
Japón. Pocas naciones son tan moteras como el país nipón; por fábricas, por
historia y por la larga tradición de pilotos japoneses que han sido
protagonistas en el campeonato del mundo. Y me atrevería a decir que ningún
país ha sido tan castigado por el destino como el imperio del sol naciente.
El 6 de abril de 2003, precisamente
en el Gran Premio de Japón, un terrible accidente se cobró la vida de Daijiro Kato. Unos años más tarde, el 5
de septiembre de 2010, en San Marino, el destino se llevó de forma cruel a Shōya Tomizawa. Segundo golpe para el
país nipón en apenas una década. Un dolor difícil de superar.
En Losail, curiosamente donde
Tomizawa se convirtió en el primer ganador de la historia de una carrera de
Moto2, Tetsuya Nagashima firmó una
remontada espectacular para imponerse en la primera cita del Campeonato del
Mundo de 2020. Más tarde, una sanción a Jaume Masiá permitió que el japonés Ai Ougura subiese a la tercera plaza
del podio de Moto3. También en la categoría pequeña hay que destacar la quinta
plaza de Tatsuki Suzuki.
No sé si veremos a algún piloto
japonés como campeón del mundo a final de temporada. De lo que estoy convencido
es que ese país merece una gran alegría, que ningún aficionado al motociclismo
es capaz de odiarlos y que todos seríamos un poco más felices si el destino
decide reparar una parte del dolor causado.
Estas sin mis reflexiones del
Gran Premio de Qatar. Por muy oscuro que
parezca el futuro, al final siempre vuelve a salir el sol.
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