La ilusión del Sheffield United antes del maldito virus contrasta con el agotamiento actual de Chris Wilder. Puede, y lo reconozco, que costara el curso pasado ser objetivo con esta plantilla. Se hacía complejísimo no simpatizar con una entidad alejada de la élite durante mucho tiempo, que apareció cuando no debía con un ascenso inesperado y que se mantuvo en Premier League soñando con la Champions League hasta las últimas jornadas. ¿Era real lo que estaba ocurriendo? ¿Podía un equipo repleto de futbolistas que estaban acostumbrados a ser apartados de grandes canteras oír la música celestial de la máxima competición continental? Parecía que sí. Hasta que llegó el perverso coronavirus.
El parón rompió todos los esquemas de los Blades. Las gradas se tiñeron de mensajes vacuos, sin lo que realmente importa: su gente. A la vez, como vasos comunicantes, su fútbol se apagó. La oscuridad ya dura meses. Las míticas internadas de sus defensores, que doblaban a los carrileros, estaban mucho mejor controladas por unos rivales que ya se conocían los códigos de un cuadro que había jugado a lo mismo desde el tercer escalón del balompié inglés. Ese problema se iba a evidenciar con el pistoletazo del curso balompédico 20-21. Se acabó la sorpresa. Empezaron de verdad los disgustos.
La marcha de Dean Henderson no ayudó tampoco. El guardameta del Manchester United demostró el año pasado que no solo estaba preparado para dar el salto a un gigante: exclamaba con cada parada, con cada gesto, que debía ser el portero de Inglaterra. Su reemplazo, Aaron Ramsdale, simplemente ha confirmado con sus intervenciones que lo que poseían antes bajo palos no era normal. No es que sea mal portero, pero las comparaciones son odiosas. El 5-3-2 de Wilder, que se parapetaba en su área cuando no poseía el cuero, era un embudo para sus rivales. Hacer gol a semejante sistema defensivo se convirtió en una proeza. Ahora es lo contrario.
Ramsdale no está transmitiendo seguridad a una defensa que, a su vez, tampoco consigue bloquear o impedir disparos como el curso anterior. Al mismo tiempo, eso se nota en las famosas internadas de sus centrales de los costados, que, quizás notando la presión de los resultados, están siendo mucho más tímidos a la hora de coger la mochila para atacar. Todas las especialidades del cuadro Yorkshire son agujas en un pajar repleto de problemas. Esa sonora vergüenza de sus zagueros a la hora de progresar está impidiendo que sus ofensivas asusten a sus adversarios. Ya no crean tantas superioridades en banda, donde llegaban a juntar hasta tres o cuatro futbolistas, para luego poner un centro a un área poblada de atacantes. Hoy este equipo juega con responsabilidad. Como si, de un plumazo, de un día para otro, esta escuadra se haya dado cuenta que esto es la Premier League. El virus de la segunda temporada está encima. Evitarlo con una salvación, ahora mismo, parece una hombrada.
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