“No existe ningún problema con Shaqiri. Fue fichado en enero porque pensamos que tendrá un gran futuro en el Inter”. Nada más lejos de la realidad, estas palabras del entrenador Roberto Mancini a finales del mes de abril. Apenas ocho meses después de su llegada a Appiano Gentile, solo la mitad de competición real, Xherdan ya ha tomado la puerta de salida del club de manera definitiva.
Tras su gran Mundial con la selección suiza pero falta de oportunidades en el Bayern, Shaqiri se convirtió en una pieza codiciada del mercado. Pese al interés de equipos como la Juventus o el Liverpool, fue el Inter quien se llevó al potente mediapunta. Como el propio Shaqiri confirmó en sus primeras palabras como futbolista nerazzurro, fue la insistencia y la llamada de Roberto Mancini, que le señalaba como pieza clave de su proyecto, lo que le llevó a elegir la opción del Inter.
Sin embargo, nada salió como se esperaba ninguna de las partes. Pese a unos primeros partidos esperanzadores, especialmente los disputados en Coppa contra la Sampdoria -su primer gol- y en la eliminatoria contra el Celtic Glasgow en Europa League, enseguida perdió protagonismo. La costumbre entonces fue la imagen de Shaqiri en el banquillo, observando con la mirada cada vez más fría y perdida los partidos que, una detrás de otro, nunca ganaba su equipo.
La poca implicación defensiva del suizo, que para rendir necesita mucha más libertad en el frente atacante, y su ligereza táctica provocaban en demasiados casos una descompensación fatal en el precario equilibrio sobre el campo del Inter. La necesidad de incluir a otros jugadores poco dados al esfuerzo defensivo como Hernanes, Kovacic o Guarín y la falta de brillo del suizo terminó por dejar la aportación de Shaqiri en residual.
Lógicamente, no es la única razón de su apresurada marcha. La difícil situación económica del Inter, especialmente en relación con el fair play financiero que impone la UEFA, ha acelerado este desenlace. De hecho, el Inter, que en las dos últimas temporadas ha tenido pérdidas que rondan los 100 millones de euros, fue recientemente sancionado con una multa de seis millones, más otros 14 en caso de que no alcance el objetivo de un déficit máximo de 30 millones.
Shaqiri llegó en enero procedente del Bayern en calidad de cedido, pero con una cláusula de compra obligatoria de 16 millones de euros, que retrasaba el pago hasta junio. No obstante, la exigencia de afrontar tanto ese objetivo de déficit como otros fichajes como el de Kondogbia hacían casi imposible su permanencia.
El dinero fresco de la Premier League salvó la papeleta al Inter. El Stoke City puso sobre la mesa un dinero similar al pagado por el Inter y el suizo jugará la próxima temporada con los potters. Mientras, en el lado nerazzurro de Milán, la alegría y esperanza a la llegada de Shaqiri se desvaneció completamente sin que la ilusión llegara siquiera a brillar.