Sampaoli y su amateurismo llegaron en el mes de julio a una ciudad tan cálida en ambiente como su Argentina natal. Por delante, dos retos harto complicados como eran la Supercopa de Europa y la de España. Dos trofeos que, a pesar de pelear hasta el final, no lucen en las vitrinas del Sevilla Fútbol Cub. Pasado este mal trago, tocaba encarar la primera temporada liguera del técnico argentino a cargo del conjunto hispalense.
Sin ningún atisbo de duda, el arranque de temporada del Sevilla es histórico, solo superado por el del Sevilla de Juande Ramos en la temporada 2006/07, que incluso llegó a pelear por la Liga. Gran parte de culpa la tiene el gran rendimiento que han mostrado los pupilos de Jorge Sampaoli como locales. En siete partidos de Liga en Nervión solo han concedido una derrota (ante el Barcelona), el resto han sido victorias. Si reducimos la clasificación solo a los partidos jugados por cada equipo en su estadio, el Sevilla se vería líder en solitario. Si bien no todos los equipos han jugado el mismo número de partidos, los andaluces no serían superados por ninguno de estos equipos que tan solo cuentan con seis partidos ante su gente. Tras el Sevilla, el Real Madrid (líder de la clasificación general) sería el segundo mejor clasificado, siendo el único equipo, junto a Las Palmas, que no conoce la derrota como local.
Ante el Espanyol y en el Ramón Sánchez-Pizjuán. De este modo comenzaba una temporada, hasta el momento, casi impecable en feudo sevillista. Partido loco ante el conjunto catalán con 10 goles (6-4) en el que se consiguió dar la primera alegría a los aficionados sevillistas presentes en el estadio. Tras este partido tan inusual, en ninguno de los seis partidos ligueros que se han disputado en Nervión se han anotado más de 3 goles. Victoria peleada ante Las Palmas (2-1) para empezar con buen pie el mes de septiembre y una importante victoria por la mínima ante el Real Betis para finalizarlo. En el mes de octubre, nuevamente pleno de victorias. Primero ante el Alavés (2-1) y luego ante el Atlético de Madrid (1-0). En noviembre llegó la primera y, hasta ahora, única derrota en el Ramón Sánchez-Pizjuán en lo que va de Liga. Fue ante el Barcelona (1-2) en uno de los partidos en los que se vio la mejor versión del Sevilla, sobre todo en la primera parte. Por último, y para cerrar el mes de noviembre, los de Sampaoli derrotaron al Valencia de Prandelli (2-1).
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Los resultados son lo que al fin y al cabo suman o restan puntos, pero si vamos más allá… ¿Ha sido el Sevilla el mejor local en cuanto a juego? El Sevilla no es el equipo que más goles anota ni el que menos encaja en su feudo. Tampoco el que más posesión tiene, ni el que más tira ni el que menos tiros concede. ¿En qué ha sido mejor el Sevilla entonces? En resolución, sobre todo de partidos con situaciones adversas en los que no terminó de mostrar su mejor versión. Si hay que definir al Sevilla con pocos adjetivos, uno de ellos debe ser «resolutivo».
Ante el Espanyol, en un partido insólito en el que llovían los goles, supo crear y finalizar más y mejor que su rival. En partidos como el de Las Palmas, el Betis, el Alavés o el Valencia, el conjunto sevillista estuvo lejos de su mejor nivel, pero resolvió con eficacia el poco juego ofensivo que originó, al mismo tiempo que supo parar las envestidas de su rival (esto sobre todo ante el conjunto canario). Una de las claves de estas victorias son los goles en el último tramo de partido, una especialidad esta temporada en el Sevilla. La excepción fue el encuentro ante el Atlético de Madrid, en el que el Sevilla se exhibió ante uno de los grandes.
Empezamos y acabamos hablando del amateurismo, ese término que tanto éxito ha tenido entre la afición sevillista. Un término que representa una forma de bregar y de entender el juego única y exclusivamente desde el trabajo de todo el plantel como bloque. Partir de esa base para seguir siendo uno de los equipos más temidos de Europa. Una idea distinta a la asentada anteriormente por Unai Emery, pero que funciona, de momento, igual o mejor. Y, sobre todo y más importante, una doctrina futbolística que ha calado en el aficionado y que impregna de personalidad a un Sevilla que desborda confianza.
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