El Madrid vende a un suplente por 80 millones de euros. ¡Vaya negocio! Ésa es la lectura más superficial que puede hacerse del traspaso de Álvaro Morata al Chelsea. Pero la situación exige ir más allá y analizar quién deja el Real Madrid: se marcha el segundo máximo goleador en Liga del equipo siendo el jugador número 18 en minutos disputados en todas las competiciones. 20 goles en su temporada de regreso a casa, donde no le han dejado ni siquiera compartir habitación.
Morata tiene mucho gol, materia prima que escasea en los delanteros una vez que Messi, Cristiano, Griezmann y Luis Suárez se reparten las manzanas del cesto. El ya jugador blue ha aprovechado las oportunidades que le ha dado Zidane, tanto en las pocas ocasiones que jugaba 90 minutos como cuando salía en el último cuarto de hora para marcar el gol que hacía falta para ganar. La meritocracia no ha funcionado con Morata. Nada más podía hacer para ser titular cuando a mitad de temporada el Bernabéu pedía sacrificar a Benzema. El francés reaccionó algo, todo lo que su carácter tranquilo le permite. Hizo la jugada del Calderón, el Madrid ganó la Liga y la Champions y ya nadie se acuerda de los pitos al francés.
En la temporada de las rotaciones, Morata ha entrado en juego menos que otros compañeros. Merecía haberse repartido más encuentros con Benzema, pero Zidane tiene una fe infinita en su compatriota. Tiene algo que ver que Cristiano prefiere jugar con Benzema al lado, creador de espacios a la medida del portugués, pero había partidos en los que podía haber apostado por darle más escaparate al madrileño.
Si Morata se sale en el Chelsea (cosa más que probable) y al Madrid le faltan goles, el negocio de los 80 millones ya no será tan buena gestión. A la marcha de Morata sólo le encontraría sentido si el plan es fichar a Mbappé.
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