Imagino el paseo del jugador desde su casa hasta el Gran Parque Central. Supongo que sería trascendente. De esos inolvidables. Ya había hecho un largo viaje para llegar allí. Nacido en el pequeño municipio de Durazno y con solo quince años, “El Indio”, como lo conocerían más tarde, cogió la maleta y marchó a la capital. Montevideo puede ser muy grande para un chaval, pero el deseo de cumplir su sueño era enorme y allí le esperaba su primer club de fútbol en la capital. Con diecisiete años debutó en Colón y pasó al poco tiempo a Libertad, donde daría los pasos precisos para llegar al que sería el equipo de su vida. En marzo de 1911, el lateral derecho del Club Nacional de Montevideo alinearía a un chaval nacido hacía dieciocho años en el pequeño municipio de Durazno. Se llamaba Abdón Porte.
Del lateral derecho al mediocampo, el jugador uruguayo hizo otro viaje. Como centrocampista de corte defensivo, trabajador, de los que sienten el escudo y destacan siendo el pulmón y el alma del equipo. Aplicado en el marcaje al rival, Porte era incansable y estaba bien dotado a nivel asociativo. Se ganó el cariño del público a base de buen carácter, afabilidad y, sobre todo, amor por los colores. Su historia es la de un líder. Un enamorado de su equipo. En pocos años se hizo dueño de la grada y del balón. Su titularidad era asunto menor pues se daba por sentada. Su contribución, total. Su capitanía, fundamental en los cuatro campeonatos nacionales logrados, así como en la selección de Uruguay, donde logró la Copa América en 1917. Todo cambió ese año.
Con la llegada de Alfredo Zibechi al Club Nacional de Montevideo, la situación de Porte cambiaba. La calidad del ‘Pelado’, un centrocampista de Montevideo, dos años más joven que Abdón Porte, haría dudar sobre la titularidad del capitán, que empezó a ver temblar su mundo. Las dudas surgieron y los minutos de Porte en el banquillo empezaron a ser habituales. La tristeza iba en aumento en el corazón de un jugador que no entendía su vida sin poder ser útil al equipo de su vida. Desde su llegada a Montevideo, su vida había sido jugar al fútbol y prestar su habilidad para hacer felices a quienes, cada semana, se acercaban al estadio. Hoy, visualizaba el Gran Parque Central como su casa. El refugio de sus días.
Y sus pasos le llevaban hacía ese destino elegido. El viaje desde su domicilio hasta las vallas del gran coloso de Nacional se le habría hecho largo, repasando los días de júbilo con la remera del club uruguayo. Saltar la valla supongo que fue sencillo. Plantarse en medio del césped sería más duro. Recordar sus partidos, con el Gran Parque Central lleno de almas entregadas a las jugadas del Tricolor. El sonido de los goles. El calor de los hinchas. La voluntad de ser más siempre. De ir más allá. A Porte le habían cortado las alas. Las lesiones habían empezado a lastrar un cuerpo que parecía no poder seguir dando lo que, con veinticinco años, se había acostumbrado a regalar. Abdón Porte no toleraba la posibilidad de no poder ayudar a su club, a su vida. En mitad de la noche de Montevideo, sonó un disparo en los aledaños del Gran Parque Central.
Los aficionados de Nacional se habían acostado ese día con el buen humor de quien se llevó los puntos esa semana. Una victoria contra Charley por tres a uno, con Porte en el campo, había regalado una alegría a los hinchas, pero pocos se imaginarían que el día siguiente desayunarían con la tragedia. El perro del guarda del estadio se encontró con el cuerpo del jugador en el césped del templo de Nacional. La ciudad lloró a Porte. Se escribieron grandes crónicas y se hicieron homenajes. Se lo enterró junto a los célebres hermanos Céspedes, también unidos a él por su trágica historia.
En un mes, iba a decir que sí a su novia de toda la vida, en Montevideo, la ciudad que lo había acogido hacía casi diez años, cuando solo tenía quince. Cuando aún soñaba con fútbol y cuando podía aún no imaginaba lo que el destino le guardaba en la capital. Porte quería darle algo a Nacional que ya no era capaz de dar. Y ese amor por el Tricolor le llevó a quitarse de en medio antes de que las piernas le declararan no apto. En boca de su amigo Luis Scapinachis, “…ante la cruel perspectiva de ser eliminado del equipo, optó por eliminarse él mismo…” En marzo de 1911 debutaría con Nacional y en marzo de 1918 se quitaría la vida para siempre en el templo del club de Montevideo. Se llamaba Abdón Porte.
Imagen de cabecera: Nacional.
Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".
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