Señoras y señores, niños y niñas, tengo el placer de presentarles a un nuevo campeón. Con todos ustedes, Santi Cazorla. Y dirán -con razón-, pero si Cazorla es campeón desde hace muchos años, de nuevo no tiene nada. Se equivocan, porque Santi Cazorla se acaba de proclamar campeón de la Qatar Stars League con su equipo, el Al Sadd, a falta de cuatro jornadas para que acabe el campeonato.
El Al Sadd ha arrasado en la Liga qatarí. Es el único equipo invicto, con 16 victorias y 2 empates, además del máximo realizador y el menos goleado. A este equipo llegó en agosto del año pasado con la intención de ganarlo todo Cazorla, uno de esos locos bajitos que ha dado el fútbol español. Para irse tan lejos le convenció el entrenador, otro de esos locos bajitos, un tal Xavi Hernández.
Xavi le explicó que la liga de Qatar era cada vez más competitiva. Y también le diría que necesitaba un centrocampista ofensivo que manejara las dos piernas, que en su equipo sería feliz, que podría sonreír junto a un buen plantel de compañeros, que en el país su familia viviría bien y que, sobre todo, quería ganar, ganar y ganar y volver a ganar. Es lo que aprendieron los dos en la selección con Luis Aragonés.
Así fue como se volvieron a juntar estos dos locos bajitos ganadores. Cazorla conocía a Xavi como jugador, un futbolista único, irrepetible. Xavi le ha abierto ahora la puerta de su casa para que le conozca como entrenador y Cazorla se ha colado hasta la cocina. Ha descubierto a esa persona que, fuera del campo, imprime su personalidad y su carisma, y que, dentro del campo, quiere que su equipo juegue con el estilo de la escuela del Barça. El líder que fue como jugador ahora es líder como entrenador. Lo está ganando todo con el Al Sadd y Cazorla, encantado de estar junto a Xavi.
Ha aportado goles, asistencias, ha sido elegido mejor jugador de la primera vuelta del campeonato. Con sus 36 años. En su partido de debut en Qatar, Santi Cazorla marcó el primer gol y encarriló la victoria para el pase a la final de la Copa Ooredoo. Su último gol ha sido contra el Al Arabi. Controló el balón en la zona superior derecha del área, dio un par de pasos rápidos antes del impacto, un derechazo cruzado, duro, seco, tremendo, que entró en la portería como una exhalación. Era el tiempo de descuento y fue el 3-2 para el Al Sadd. Un gol decisivo de un jugador decisivo.
Lo más llamativo de Cazorla, de siempre, es la facilidad con la que juega al fútbol. Prefiere desenvolverse con la derecha, pero si tiene que emplear la izquierda para hacerte un roto lo va a hacer como si fuera zurdo. Su variedad de recursos dignifica su presencia en el campo. He de confesar que, al principio de su carrera, cuando lo vi así, bajito, espabilado pero bajito, pensé: “Es un buen jugador, posiblemente se ganará la vida con el fútbol”. Pero Santi Cazorla no era sólo un buen jugador. Simplemente, es un fenómeno.
A los niños de ahora habría que decirles que Santi Cazorla es un futbolista ejemplo de pundonor y sacrificio, aparte de talento. Alguien que nunca pierde la sonrisa y las ganas de reírse, pese a los palos que le ha dado la vida, que han sido unos cuantos y muy duros. Repasar su carrera futbolística es contemplar un cuadro de rosas y espinas.
Estuvo en el Real Oviedo hasta los 19 años y luego empezó a despuntar en el Villarreal, lo que le permitió asomarse al balcón de la selección sub-21. Ingresó en el Recreativo de Huelva para ser un jugador clave y regresó al Villarreal para ser un jugador determinante. Luis Aragonés le incluyó directamente en la lista de elegidos para ganar la Eurocopa de 2008. Ese fue su estreno con la selección Absoluta. Y fue una de las piezas importantes al participar en todos los partidos.
En la final de Viena contra Alemania, la del gol de Fernando Torres, aportó su granito de arena tras sustituir a Silva, uno de sus grandes amigos de ese club de locos bajitos. Después de aquella hazaña Santi Cazorla, orgullo de su pueblo, puso su nombre al polideportivo de Lugo de Llanera. Y volvería a quedar campeón de Europa con la selección española en la Eurocopa de 2012.
Ese año el Arsenal de Arsène Wenger ya le había echado el ojo. En este mítico club inglés le ayudó mucho Mikel Arteta, no tan bajito pero sí otro loco del fútbol. Cazorla adquirió en el Arsenal su plena madurez como futbolista, ganó títulos y sufrió un calvario de lesiones.
Una fisura en el talón de Aquiles acabó en una grave infección que le hizo perder parte del tendón. Estuvo más de dos años fuera del fútbol. Un médico en Inglaterra le dijo: “Si consigues volver a caminar con tu hijo por el jardín, date por satisfecho”. Cualquiera se hubiera hundido. Santi Cazorla, no. En Vitoria, con el doctor Mikel Sánchez, visitó una vez más el quirófano, eso tan conocido para él como el jardín de su casa.
Parte del tatuaje de su brazo con el nombre de su hija desapareció para servir de injerto y curar su tobillo. La recuperación la hizo en Salamanca con el fisioterapeuta Juan Carlos Herranz, que lo pasó incluso peor que su paciente cuando se volvió a romper y hubo que volver a empezar. Cualquiera se hubiera sentido arrojado al más profundo de los abismos. Santi Cazorla, no. Porque él es ese tipo risueño, que sabe sobreponerse a las adversidades, y que se empeñó en seguir siendo un loco del fútbol.
En su vuelta como futbolista regresó al Villarreal. Como si nada hubiera ocurrido, igual que siempre, -el miedo lo escondería muy dentro-, a jugar un montón de partidos dando un rendimiento extraordinario. En su última temporada antes de marcharse a Qatar dejó su mejor registro goleador en la Liga, con 11 tantos. Con sus 35 años y todo lo pasado a cuestas.
Todavía no ha terminado la competición y esa cifra de goles ya la ha alcanzado en su primer año con el Al Sadd. Su nuevo equipo, aunque Santi Cazorla en realidad pertenece a otro club. A ese al que Joan Manuel Serrat cantaba aquello de “niño, deja ya de joder con la pelota”. Al club de esos locos bajitos.
Imagen de cabecera: @AlsaddSC
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