“Estaba aliviado por estar vivo. Luego quise andar. Y ahora quiero jugar”. En su primera entrevista para el Daily Mail después de la colisión en enero de 2017 que puso en peligro sus días, Ryan Mason situaba en lo alto de su escala de objetivos sentirse futbolista de nuevo. Un año más tarde, no le ha quedado otra que enfrentarse a la realidad: las secuelas no son compatibles con su carrera de futbolista. Con sólo 26 años, los días de botas de tacos y pantalones cortos ya son cosa del pasado.
La lástima por ver cómo una carrera tan prometedora se esfuma es inevitable, pero cuando uno se retrotrae al momento de la lesión se alegra por ver a Mason haciendo una vida normal. Inmerso en una lucha colectiva –la salvación del Hull City– y personal –recuperar su sitio en la Premier tras quedarse sin protagonismo en el Tottenham–, un durísimo cabezazo con Gary Cahill durante un Chelsea – Hull City elevó a noticia mundial un partido del que no se esperaba más que una cómoda victoria londinense. La hemeroteca está repleta de choques así, pero pocas veces se ha visto una cara de terror como la de Mason en el suelo: en su rostro no se interpretaba a alguien planteándose qué sería de su carrera, sino de sus próximas horas.
Una grave fractura craneal le tuvo varios días ingresado y con millones de ojos pendientes de que su salud quedara fuera de peligro. El capitán del Hull y antiguo portador del brazalete en el Tottenham, Michael Dawson, pasó la noche en el hospital a la espera de novedades. Y en la mente de todos, el antecedente positivo de la lesión que sufrió y superó Petr Cech en 2006 tras un rodillazo que también hizo trizas una parte de su cráneo.
Desde entonces, todo lo que se ha conocido de Mason es la aparatosa cicatriz que surca su cabeza y su preparación en el centro de entrenamientos del Hull para regresar en cuanto fuese posible. Con su despedida Inglaterra pierde a un centrocampista de exquisita técnica que aún tenía campos y campos de fútbol por delante. En el camino puede decir que al menos disfrutó de su debut y único partido disputado con la selección nacional y del cariño de toda la parte blanquiazul del norte de Londres.
Fue en las categorías inferiores de los Spurs donde creció, pero se acostumbró a las maletas y los aeropuertos en cuanto el Tottenham vio en él un proyecto de estrella que debía foguearse: las cesiones fueron una constante desde 2009 hasta que se abrió camino en el club londinense en 2014. El curso 2014-2015 fue su cima como futbolista y gozó de sus ansiados minutos en White Hart Lane. Superar la treintena de jornadas de Premier League disputadas esa temporada sonaba a éxito tras años cosechando experiencia, pero al siguiente curso se convirtió en un secundario para Mauricio Pochettino. Traspasado por unos 15 millones de euros, Hull parecía la tierra de oportunidades perfecta hasta el accidente.
“Fue como una bomba explotando en mi cabeza”, recuerda Ryan. La onda expansiva se ha llevado por delante todo lo que construyó de chaval, pero quizás sea una ocasión para transformar el daño en algo nuevo: “Tengo ganas de ver adónde me lleva el fútbol ahora”, dice. Si todo pasa por algo, esto no es el final de Mason. Sólo una evolución forzosa.
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