La española Ruth Beitia cumplió hoy su sueño de decir adiós a los Juegos con una medalla al proclamarse nueva campeona olímpica en la final de salto de altura de Río 2016.
En sus cuartos Juegos Olímpicos, los últimos también a sus 37 años, Beitia subió a lo más alto del podio con un salto de 1,97 metros, por delante de la búlgara Mirela Demireva, plata, y de la croata Blanka Vlasic, bronce, ambas con la misma altura que la española, pero peor concurso.
La veterana saltadora se despidió así por la puerta más grande, sumando el séptimo oro para España que, a falta de la última jornada de los Juegos, acumula 14 metales con otras tres platas y cuatro bronces.
Señalada por todas las quinielas como una de las claras opciones de medalla del equipo español después de proclamarse campeona de Europa por tercera vez consecutiva, Beitia superó incluso los pronósticos, que no siempre le otorgaban el primer cajón del podio.
Pero Beitia, que irradió confianza y felicidad durante sus días en Río, y se clasificó como primera para la final de hoy, saltó del mismo modo en el día decisivo, su última oportunidad para lograr una medalla a cuyas puertas se había quedado en Londres, con su cuarto puesto.
«Lo que sé ahora es que en Londres no me gustó nada quedar cuarta. Se vive mal ahí, más en una cita tan especial como ésta», había confesado tras lograr su pase a la final, también de manera brillante.
Hoy, en el Estadio Olímpico de Río de Janeiro, y pese a estamparse en sus tres intentos sobre los dos metros, la campeona de Europa conquistó su primera medalla olímpica con un expediente impoluto sobre las anteriores alturas, también sobre el 1,97, donde sus rivales protagonizaron ya algún nulo.
Mientras sus contrincantes iban tirando el listón ya en alguna de las primeras alturas, la campeona española superó el 1,88, el 1,93 y el 1,97 con una hoja inmaculada.
Ninguna de las otras finalistas llegó a los dos metros con el expediente tan limpio como ella, ni siquiera la estadounidense Chaunte Lowe, otra de las grandes favoritas al oro, que necesitó de su tercer intento para salvar el 1,97.
Llegadas a los dos metros, la barrera que la propia Beitia había pronosticado que habría que superar para subirse al podio, la tricampeona europea falló sus dos primeros intentos. Y, tras hacer lo mismo con el tercero, con la medalla ya asegurada, tuvo que esperar a ver lo que hacían sus rivales para saber el color.
Demireva ya había registrado sus tres nulos antes que ella. Vlasik lo hizo después. La plata, al menos, era suya. Pero llegó el oro, porque Lowe también derribó.
En cuanto lo vio, Beitia se fue a abrazar a su entrenador de toda la vida y, con la bandera y loca de felicidad, a celebrar su perseguida medalla, dorada, por el Engenhao.