A estas alturas, sería absurdo negarlo: hay una guerra fría abierta en MotoGP. Valentino Rossi, Jorge Lorenzo y Marc Márquez han polarizado a la afición hasta el punto de hacer ardua la tarea de encontrar algún sector de la grada que se mantenga en una posición intermedia ante la disyuntiva planteada.
Hay realidades que debemos asumir: no volverán los tiempos donde no había más ruedas que las que calzan neumáticos. Las ruedas de prensa son inevitables, e incluso necesarias. El público demanda información de sus ídolos, y los periodistas canalizan esa demanda en forma de preguntas, más o menos acertadas. Hasta ahí, todo correcto.
El problema surge cuando el fin justifica los medios… de comunicación. Los lamentables acontecimientos acaecidos al término del pasado curso han ejercido un triste impacto en MotoGP tal y como lo conocíamos. Por ello, es preciso detener el avance de la bola antes de que termine por empapar de mierda todo el paddock.
Se trata de detener la futbolización del motociclismo, de contrarrestar de una vez por todas y (ojalá) para siempre la consecuencia de la excesiva mercantilización de MotoGP, donde las sonrisas están sujetas a contratos, las lágrimas se subastan al mejor cocodrilo y las voces disonantes encuentran amplificadores cómplices mientras las pacificadoras sólo hallan silenciadores.
No se trata de que sea la meretriz quien disponga el lecho. La búsqueda de culpables se ha demostrado baladí; la gestión de la crisis por parte de los mandatarios, ineficaz; y la colaboración de los medios, inexistente. Quizá sea hora de cambiar de enfoque, porque empieza a resultar evidente que sólo una llamada a la calma por parte de los protagonistas puede devolver la normalidad a un circo donde los enanos empiezan a alcanzar una talla más propia de la NBA.
Llegados a este punto, todos son, a la vez, inocentes y culpables. Son inocentes porque ninguno ha instado al público a increpar a sus rivales. Y todos son culpables por una popular máxima que no por manida resulta menos cierta: si no eres parte de la solución, eres parte del problema.
Así pues, dejando atrás todo lo sucedido, Rossi, Lorenzo y Márquez se están convirtiendo, por inacción, en parte del problema. A ninguno se le puede exigir que interceda ejerciendo de apaciguador ante su hinchada, pero sería deseable.
Si bien algo así se antoja a años luz de la coyuntura actual, una reunión privada a tres –sin intermediarios- con una pipa de la paz de por medio; y algún catalizador como pudiera ser el visionado conjunto de algún duelo entre Wayne Rainey y Kevin Schwantz (por ejemplo) que les recuerde a los tres que, antes de ellos, ya había héroes sobre dos ruedas capaces de ofrecer un espectáculo grandioso en pista sin convertirlo en bochorno al despojarse de sus cascos.
Quizás eso les haga reflexionar y concluir que, cuando ellos ya no estén, vendrán otros héroes a los que contemplarán desde el otro lado del muro. Para ese entonces, Vale, Jorge y Marc clamarán por disfrutar de las carreras, no de las ruedas de prensa.