El fútbol apenas tiene memoria. No importa que en el pasado te hayas dejado los huesos, la sangre o que incluso hayas perdido un brazo. El presente te llama y te recuerda que no puedes desfallecer aunque tu cabeza, como un ser humano normal, esté llena de dudas. Wayne Rooney, que emprendió su carrera con 16 años, notó la presión desde su pubertad llevando a sus hombros un club de la magnitud del Everton, que titubeaba en la liga. Respondió fantásticamente. Alex Ferguson no dudó en pagar casi 30 millones de euros. Había nacido una estrella.
En el momento en el que un joven empieza a triunfar los periódicos británicos pierden el raciocinio, como si ese chico pudiera ganar el Mundial con una venda en los ojos. Su Eurocopa 2004, con dieciocho años, llamó a la esperanza. Ya en Alemania, con la expulsión frente a Portugal, se convirtió en un bad boy. En 2008, tras una triste fase clasificatoria, su selección no consiguió ni el billete para Austria y Suiza. Ya estaba acabado.
Cabe recordar que el ex toffee ya ha ganado, a nivel de clubes, todos los títulos posibles tanto internacionales como nacionales (excepto la Europa League). Pero un día dejó de gustar. Al mismo tiempo que el Manchester United se degradaba, sus goles menguaban y las dudas se acrecentaban. Los fichajes de nuevos delanteros, además, le hicieron desplazarse cada vez más atrás donde ya casi no pisaba área. ¿Pero realmente Rooney debe jugar ahí?
En Trnava, Allardyce debutaba como seleccionador y las previas intentaban prever cual iba a ser su sitio en el terreno de juego. Después del partido el técnico comentaba: “Hoy ha jugado donde él quiere. Es cierto que a veces ha retrasado un poco su posición, pero no puedo decirle que no lo haga si él cree que es lo correcto”. Frente Eslovaquia, el contexto del partido era claro. Los locales se colocaron muy atrás y por ello lo necesario era poner mucho jugador por delante de la pelota, tratando de ocupar los pocos huecos que se creaban. Pero el capitán inglés, incluso contra diez, bajaba muchísimo para ayudar en la salida de balón. Pero eso era innecesario ya que la presión era mínima y Dier ya ejecutaba esa función e incluso llegó a tapar la línea de pase de su propio compañero. Delle Alli, con su entrada a falta de media hora, fue el que encontró esos huecos y provocó problemas.
“ Wayne tal vez ya no sea un artillero, pero nunca será un número 6 para mí, nunca será alguien que juegue a 60 metros del arco». José Mourinho, nada más llegar, dejó claro lo que quería de él. En los red devils juega detrás de Ibrahimovic y su participación en la salida es mínima. En el derbi frente al ManchesterCity, Rooney empezó como mediapunta y acabó como extremo, dando a entender que su función es la de marcar goles. Pero, ¿Qué piensa él? Esto afirmaba tras el encuentro con el combinado nacional: “Encaja en este equipo, con la manera en la que jugamos. No tengo ningún problema en jugar aquí. Creo que he contribuido al equipo a lo largo del encuentro”.
Lo que argumenta Mourinho tiene poco que ver con lo que él comenta. Se le ve cómodo construyendo, todo lo contrario que en la punta. Pero siempre hizo eso. Quizás, solo quizás, querer cambiar su posicionamiento tiene que ver con el deseo de liberarse mentalmente, de no tener una cifra que le juzgue. Son demasiados lustros al alto nivel y la cabeza acaba fallando. Actualmente, se le reprocha todo e incluso hay voces que piden que se le deje fuera de Inglaterra. Parecido a lo que pasó con Raúl, cuando de repente dejó de contar para España. No podemos estar en su cabeza y estaría bien saber cuál es la función que prefiere, si la de su nación o la del Manchester United. Lo único claro, es que Rooney todavía vale.