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Rocío del Alba, una joya en el monte Izu

España no ha tenido representantes femeninas en mountain bike en las dos últimas ediciones de los Juegos Olímpicos. La última fue hace 13 años, en Pekín, una Marga Fullana que en Sydney 2000 había conseguido la primera medalla olímpica para el MTB español (luego llegarían las masculinas de José Antonio Hermida en 2004 y la de Carlos Coloma en 2016). La balear, con tres Juegos a sus espaldas y 13 medallas entre Mundiales y Europeos, parece tener por fin una corredora que siga sus pasos y sueñe con lo que un día ella logró.

“Cuando yo empecé, mis ídolos eran por fuerza los corredores extranjeros, sobre todo suizos y franceses. En España no había nada”, cuenta Carlos Coloma, que anunció su retirada profesional hace poco. El medallista en Rio (su ajustado bronce y la posterior celebración fue uno de los momentos más sonados y recordados en nuestro país) enfilaba su participación en Tokio cuando apareció la pandemia. Un año después y a punto de cumplir los 40, ha dejado de luchar para sí mismo y ha centrado sus esfuerzos en su pupila. “Si tengo que elegir, no hay duda, prefiero que gane la medalla Rocío, decía en una entrevista en El Mundo en enero de 2020.

Rocío del Alba  (Villa del Prado, 1997) era toda una joven promesa del ciclismo español, hasta el punto de que en su último año como júnior se proclamó campeona de España en tres modalidades distintas: carretera, pista y montaña. Aquello le hizo acaparar la atención del mundo del ciclismo, fichando por un equipo profesional, el Lointek, llegando a correr el Giro de Italia con 18 años y a conquistar el bronce en el Europeo sub-23. Su pasión, sin embargo, era la montaña, donde había empezado. En la carretera llegó a desilusionarse e incluso pensó en dejarlo. “Quería volver a mis inicios para volver a disfrutar lo que había perdido”, contó en una entrevista en el medio riojano Nuevecuatrouno. Gracias a Carlos Coloma, que fue a su casa en Villa del Prado desde Navacerrada (más de una hora en coche, Rocío reconoce que se puso a llorar), recuperó la autoestima. La convirtió en su alumna, se la llevó a La Rioja e hizo de mentor, mánager… ¡y hasta de preparador físico! En Lardero, un pueblo a las afueras de Logroño, germinó la gran promesa del mountain bike español.

2020 fue el año de su consagración definitiva: se proclamó campeona de España absoluta, acabó séptima en el ránking mundial y fichó por Red Bull, la marca que potencia a deportistas de la talla de  Marc y Álex Márquez, Sergio Llull, Queralt Castellet, Jorge Prado o Gisela Pulido. Aquella niña que con nueve años ya competía en categoría prebenjamín con la escuela de ciclismo del pueblo cumplió el sueño de vivir por y para su pasión. “Actualmente entreno entre tres y cinco horas pero a eso hay que añadir que luego estoy cuidándome todo el día al cien por cien porque el cuerpo es mi herramienta de trabajo. Soy ciclista las veinticuatro horas del día”, confiesa.

Esta misma semana, y pese a tenerlo asegurado desde hace tiempo, la selección española de ciclismo ha confirmado que Rocío estará en los Juegos Olímpicos de Tokio. A sus 23 años será la primera mujer desde Pekín 2008 en competir en la gran cita del deporte mundial, la segunda en hacerlo tras la medallista Marga Fullana. No es un logro que haya que pasar por alto, y aunque no viaja a Japón con vitola de favorita, su potencial obliga a ser optimistas. Es considerada por muchos una de las ciclistas más técnicas del circuito, un talento que Coloma tuvo que pulir después de mejorar su físico. “Yo no he visto nada igual, a una corredora tan joven con esa soltura, comparable a Jolanda Neff (nueve oros entre Europeos y Mundiales) a cualquiera de la élite mundial. En el ciclismo español, no se había visto nunca”, remarca su mentor en El Mundo.

Lo cierto es que el confinamiento le sentó de maravilla y el aplazamiento de los Juegos, una oportunidad para llegar todavía más preparada. Su objetivo realista es el top-10, pero cuando le preguntan por su sueño lo tiene claro: “Quiero ser campeona del mundo”. En 2016, Carlos Coloma fue de ‘tapado’ y acabo conquistando un bronce olímpico memorable. ¿Será capaz su pupila de repetir hazaña en el monte Izu? Sin duda, Marga Fullana estaría muy orgullosa.

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Imagen de cabecera: Imago

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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