La dinastía Muhren continúa vigente aunque sin los ribetes del pasado en el fútbol holandés. Robert, atacante de 28 años de edad se ha movido en el mercado invernal desde el AZ Alkmaar al Zulte Waregem belga y quiere que su apellido triunfe a nivel internacional como hicieron sus míticos familiares en un pasado no tan lejano. No será fácil. El nacido en la región de Volendam sabe que es poco probable que la brillantez sea tan reluciente como fue en el caso de sus antecesores, pero sin duda hará el intento. Que la dinastía no se haya extinguido es de por sí ya todo un logro. Hacía tiempo que uno de los apellidos más respetados del balompié de los Países Bajos no se escuchaba en los gramados profesionales.
Los hermanos Arnold y Gerrie Muhren, tíos de Robert, fueron probablemente una de las duplas de parientes más talentosas y exitosas en la historia del fútbol holandés. No es poca cosa si se toma en cuenta la tradición neerlandesa de sacar grandes jugadores de la misma sangre, como es el caso de los hermanos De Boer, Koeman, Van der Kerkhof o De Nooijer, entre otros.
Volendam, una ciudad de pescadores que funge como un bastión católico en un país calvinista, les tiene de ídolos. Fue ahí donde se formó Robert y también fue ahí de donde salieron las dos leyendas para enamorar al Viejo Continente, primero con el Ajax glorioso y luego en España e Inglaterra.
Gerrie fue mediocampista por derecha del Ajax que lo ganó todo. No fue a la Copa del Mundo porque su esposa estaba a punto de tener a su hijo. “Lo volvería a hacer” indicaría años más tarde. Posteriormente mudó sus regates a Sevilla y fue abanderado como jugador del año en 1976 con el Betis superando a Cruyff y Kempes. Aún se le recuerda en la ciudad del Flamenco. No solo por su talento, sino porque formó parte de un equipo privilegiado que hizo historia en una temporada sensacional en la que el equipo incluso ganó la Copa del Rey. El holandés no pudo disputar ni un minuto en la competición por una reglamentación de la época, pero sus regates en la Liga no pasaron desapercibidos. Incluso se atrevió a desafiar al Bernabéu, dominando con tranquilidad el balón en el medio de la cancha como si jugara en el patio de su casa. Esa jugada quedó grabada en la memoria de todos los asistentes. El holandés burlaba al colosal Estadio en una muestra de irreverencia que representaba el desparpajo de los Países Bajos.
Su hermano menor, Arnold, le acompañó en su paso por Ámsterdam y luego se mudó al FC Twente. Su carrera continuó en Inglaterra con el Ipswisch Town de Bobby Robson donde fue nuevamente figura. Representó inteligencia y frescura en un equipo en el que abundaba un fútbol más físico, lo mismo que posteriormente Dennis Bergkamp le dio al Arsenal de Londres. Su paso en Gran Bretaña no pasó desapercibido y posteriormente fichó por el Manchester United donde fue determinante anotando un penalti decisivo para que los “Red Devils” ganaran la FA Cup en 1982. Tuvo su recompensa, tras regresar al Ajax, recibió un último llamado a la selección holandesa. Fue así como decidió ponerle fin a su carrera a los 36 años en la Eurocopa de 1988. En su último partido tuvo un papel protagónico: hizo un centro imperfecto que culminó en un gol perfecto. De sus botines nació el famoso gol de Marco Van Basten que le dio la vuelta al mundo y que le dio a la “Oranje” su primera Eurocopa.
Robert conoce su libro de historia. Se consolidó en la Eredivisie y fue una pieza angular en el AZ Alkmaar que sorprendió a todos en la Europa League del 2016/2017 tras una fabulosa primera ronda. Inició bien y ya su primera víctima fue el Eupen, al que le endosó un gol que le da confianza de cara al futuro. Pero no se conforma: en sus planes está seguir escalando. El fútbol belga le servirá de vitrina para tratar de disputar algunos minutos con la selección nacional. Igual, con una ya respetada trayectoria, ha garantizado que la dinastía no se extinga. Y a punta de goles.