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Rey Nildo

Reinildo Mandava se ha ganado con honores un huequito en el corazón del aficionado rojiblanco, y fácil no lo tenía. Había quienes decían, y le habían visto jugar, que el africano iba a ser una grata sorpresa para los colchoneros. Había quien aseguraba que se trataba del mejor defensor del campeonato francés y había quien aseguraba que Simeone iba a quedar enamorado de su entrega y pundonor. No andaban lejos, viendo estos casi tres meses que lleva en el club que jamás se irá de la orilla del Manzanares.

Y ciertamente, Reinildo cumplía todos los tópicos para ser un fichaje catastrófico, simplemente atendiendo al pasado rojiblanco en estas lindes. Le sucedió con Maguy, aquel marfileño que no parecía futbolista, le sucedió con aquellos cuatro africanos sin papeles que no eran jugadores y que Jesús Gil firmó para llevarse dinero a su bolsillo y que la justicia investigó como ‘Caso Negritos’ y seguro que sería el equipo al que Ali Día habría estafado de no haberlo hecho con el Southampton. Reinildo cumplía todos los requisitos. Un nombre con cierto tono o toque de falso futbolista (como llamarte Rivaldinho o Reinaldo), como de PES sin licencia; era de Mozambique, un país muy lejano del fútbol de alto nivel y que no tiene futbolistas de renombre desde hace décadas (la 119ª del mundo según el Ranking FIFA) que en su día, eso sí, produjo al mítico Eusebio; y tenía 28 años, había salido rebotado de la cantera del Benfica y hasta finales de 2019 no sabía lo que era jugar en un equipo de una primera división con regularidad.

Y cierto es que los tres primeros partidos del mozambiqueño fueron un mar de dudas. Lento, torpe y falto de ideas con el balón, que nunca había sido su virtud, su gran fallo estaba en esos errores tontos que había cometido en cada partido y que habían costado un gol por duelo. O en simples desajustes defensivos por medir mal, creerse superior en sus cualidades o no estar acoplado a sus compañeros. Reinildo había llegado a limar unas carencias defensivas y parecía que no estaba cumpliendo con el cometido.

Algunos pensaron, con tino, que el chico no podía llegar y ser la reencarnación de Maldini. Que debía, al menos, conocer los automatismos del equipo. Y así fue. Ayudó también el cambio de posición. Porque Reinildo llegó a un Atleti que necesitaba cambiar a defensa de cuatro, para jugar como lateral, y se ha terminado convirtiendo en uno de los mejores centrales de la plantilla, ganándole la partida a dos tipos como Felipe y Hermoso que sí tienen el centro de la zaga como demarcación natural. Reinildo llegó para hacer competencia a Lodi y se ha terminado convirtiendo en su mejor aliado. Las carencias defensivas de uno las suple el otro, y el poco tacto con balón del otro en tareas ofensivas lo neutraliza el desparpajo del uno. Braslieño y mozambiqueño han formado una simbiosis perfecta. Con Reinildo, el Atleti ha encontrado esa solidez defensiva que llevaba todo el curso olvidada.

“Puedo jugar de lateral o de extremo. También puedo hacer de ‘9’ o de central si es preciso”. No son declaraciones de un chico de 12 años en un torneo alevín que aún está por formarse, sino las de un Reinildo con 24 años que ya era miembro de la plantilla del Belenenses, en Primera División de Portugal, en 2018. Y es que, el mozambiqueño había alternado toda su carrera como lateral y como extremo, siempre por el perfil siniestro. Llama la atención bastante, por la poca profundidad que ha demostrado, sobre todo en el Atleti, y su dudoso manejo con el balón. Parece quedarse sin ideas cuando tiene que pensar con él.

Pero la realidad es esa, de igual manera que, en sus años de adolescente, cuando estaba asentándose como futbolista y cuando se le vislumbraba un futuro profesional, había dejado intuir que podía tener cualidades para ser central. Fue cuando llegó al Benfica, ya con 21 años. Llegaba del Ferroviario, club de Mozambique, y lo hacía para ingresar en el filial del equipo lisboeta. Nunca pudo debutar con el primer equipo y apenas tuvo minutos con el segundo equipo. Entonces llegaba como un extremo, más que un lateral, pero pronto le pasaron al centro de la zaga por sus condiciones. Hubo algo que echó a todos para atrás: su altura.

Era muy bajito para ser central. Así que volvió a un costado sin rechistar. “Nunca he sido titular indiscutible en ninguno de los equipos en los que he estado, así que siempre he tenido que pelear”. Criado en una familia pobre, hace unos meses confirmó en una entrevista en L’Equipe que no todos los días tenía para comer y que en muchas épocas tampoco donde dormir. La muerte de su padre, a los 11, su mejor mentor (había sido futbolista y jugador) terminó por forjar un carácter luchador que ha encajado a la perfección con el ‘Nunca dejes de creer’ rojiblanco. La pérdida de su madre, años después, le hundió. Pero firmar por el Benfica, pasar directamente de Mozambique al club de su vida (el legado de Eusebio tiene estas cosas), aunque nunca pudiera jugar, le volvió a dar alas.

Los años cedido por el equipo lisboeta en categorías menores del fútbol luso le terminaron dando forma y haciéndole creer que iba a poder vivir del fútbol definitivamente. Aunque al final en otros registros, porque fue un año entero como extremo en el SC Covilla el que le valió su paso a la máxima categoría del fútbol luso. Ese chico que había debutado en la Primera División de Mozambique a los 14 años y que firmaba su primer contrato profesional con 24 cuando el Benfica decidía no renovarle (hasta entonces lo hacía con ficha de canterano) y el Belenenses apostaba por él para, al fin, tener impacto en la máxima categoría del fútbol luso. A los cinco meses ya se había marchado para firmar por un Lille con muchas más aspiraciones donde arrancó como suplente del suplente durante su primer curso, fue un jugador intermitente en el segundo y siendo esencial en el tercero, que fue la campaña pasada, en la que el Lille asaltó la Ligue One arrebatándosela al PSG.

Casualidad o no, fue en esta temporada cuando Reinildo dejó de alternar el extremo con el lateral y cuando se asentó definitivamente como titular sin moverse de posición. Y su buen año en el fútbol galo, además de su aparición en Champions League con éxito, le brindaron un definitivo fichaje por el Atleti que le ha llevado al punto álgido de su carrera. Como rojiblanco, en su nueva posición, ha jugado 12 partidos como central y el Atleti ha ganado ocho, siete de ellos en Liga, donde solo el tropiezo de la semana pasada en Mallorca afea su inmaculada carta de presentación. Los otros cuatro atienden a Champions League, donde el Atlético ganó uno (al Manchester United), perdió otro (ante el City) y empató en los respectivos otros duelos contra los dos equipos ingleses. Su llegada ha catapultado al Atleti y ha dado forma a un equipo que parecía no tener alma, además de un sonado agujero defensivo. Su sola presencia en el vestuario parece haber traído un buenrollismo que estaba puesto en entredicho. “No soy muy de hablar aunque los chicos me lo piden, pero yo prefiero bailar, se me da bien”. Y amenaza. “Aún no se ha visto mi mejor versión”.

Imagen de cabecera: Getty Images

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