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Eibar

Retrasar lo inevitable

Para algunos equipos, estar en Primera División es casi una obligación, y no estar es un fracaso absoluto. Es el caso del Deportivo de la Coruña, ahora viviendo en una agonía constante en Segunda B, o el Real Zaragoza, en crisis absoluta desde hace años. Incluso el Espanyol, que parece que volverá más pronto que tarde, ahoga sus penas en la categoría de plata tras 26 temporadas consecutivas en la élite. A muchos todavía nos cuesta concebir una Liga sin ellos.

En su lugar, gracias a la magia del fútbol (esa que permite que un club modesto pueda alcanzar la gloria, por mucho que nos lo quieran arrebatar) contamos en la máxima categoría del fútbol español con invitados sorpresa, equipos que nunca pensamos ver luchando con los gigantes. Saben que están viviendo en una nube y que tarde o temprano alguien les pellizcará y tendrán que despertar. Pero mientras tanto, nada como disfrutar de una experiencia única e inolvidable.

Uno de ellos fue el Leganés, un club de barrio que sin hacer ruido y contra todo pronóstico consiguió permanecer en Primera durante cuatro años. Descendió el curso pasado tras perder de forma irremediable a dos de sus mejores futbolistas a mitad de temporada (Barça y Sevilla pagaron las cláusulas de Braithwaite y En-Nesyri) y se quedó a un solo gol de lograr la salvación tras un espectacular partido ante el campeón de Liga, el Real Madrid. Otro es el Huesca, actual colista de la Liga. Pocos esperaban su debut en 2018 pero menos todavía su espectacular retorno en 2020. Saben que su destino es volver a Segunda División, y volver a intentar un imposible. Pero se dejarán la piel para que el un Alcoraz sin público vuelva a jugar contra los mejores.

En otro escalón están Getafe y Villarreal. Para el graderío joven son clásicos de la Liga, y es que ambos solo han descendido en una ocasión en lo que llevamos de siglo para ascender tan solo una campaña después, consiguiendo además mantenerse en puestos altos de la clasificación en muchas ocasiones e incluso llegando lejos en competiciones internacionales. Hace 20 años contar con la estabilidad que azulones y amarillos atesoran habría sido impensable.

Pero si hay un club que hace tiempo desafía la lógica ese es el Eibar. Pasó de Segunda B a Primera en apenas dos temporadas. Aunque descendió en su primer año en la máxima categoría, tuvo la fortuna de que el Elche fue descendido de forma administrativa por impagos y logró la permanencia en los despachos. A partir de ahí, la llegada al banquillo de Mendilibar y la de Amaia Gorostiza a la presidencia dieron un vuelco a la situación, hasta el punto de lograr la salvación de forma holgada durante años fruto de un trabajo brillante en el campo y fuera de él.

Pero hace tiempo que el club armero sabe, como muchos otros, que todo lo bueno se acaba. De ahí el trabajo incansable de Gorostiza, consciente de que es imprescindible aprovechar cada segundo en Primera con el objetivo de dejar un legado. Que estos años al más alto nivel hayan servido de algo, porque no siempre jugarán contra Real Madrid o Barça, no siempre contarán con el presupuesto más alto de su historia, no siempre tendrán la oportunidad de construir una ciudad deportiva en condiciones, una de las más modernas del país, o remodelar el viejo estadio de Ipurúa. “Sería un pecado que el Eibar no aprovechase su paso por la élite para dejar unas instalaciones que duren para siempre”, ha reseñado en varias ocasiones la máxima mandataria del club armero.

Hoy el Eibar se ve más cerca que nunca de su aventura, esa que parecía que iba a durar un año y ya vamos por los siete. Es la primera vez que el Eibar ocupa puestos de descenso a estas alturas de la temporada: hace un año se encontraba a dos puntos, la anterior campaña estaba a diez, la anterior a 19 y la anterior a ¡21! Ni siquiera en la del estreno iba tan mal en la clasificación: contaba con un colchón de cinco puntos respecto al descenso y no figuró entre los tres últimos hasta la jornada 36.

El equipo de José Luis Mendilibar se encuentra ahora mismo en una complicada racha de resultados. Con su última derrota, 1-3 frente al Villarreal (encajó gol a los 59 segundos y falló un penalti con 0-2, el quinto lanzamiento desde los 11 metros que fallan este curso) acumula una racha de diez jornadas sin ganar con siete derrotas y tres empates. Ha sumado tres puntos de los últimos 30 posibles y no logra una victoria en la Liga desde el pasado 3 de enero.

“Salimos bastante contentos de los entrenamientos pero luego en los partidos siempre pasa algo que nos impide terminar contentos. No somos capaces de estar un encuentro sin hacer errores y de acertar las ocasiones que tenemos. Tenemos que convencernos de que hay que jugar más fácil, sin fallos», exclamó el preparador vasco en sala de prensa. Los errores se sucedieron ante el cuadro amarillo, y el nerviosismo comienza a calar en la plantilla, penalizando en los momentos decisivos tanto en el área rival como en la propia.

Sin apenas refuerzos en el mercado de invierno (fue junto al Huesca el equipo que menos fichó), el Eibar no está ni mucho menos desahuciado, pero vive su peor situación en el último lustro y hace tiempo que se hicieron a la idea de que éste puede ser el momento de despertar del sueño. Aún hay tiempo de retrasar lo inevitable.

Imagen de cabecera: Imago

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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