Perú estará en Rusia. 36 años después, la blanquirroja se ha clasificado para un Mundial. La selección que lidera Paolo Guerrero y entrena Gareca se presenta en el torneo como una de las sorpresas tras dejar fuera a Chile y su emparejamiento con Francia, Dinamarca y Australia en el Grupo C hace soñar a todo el país con poder estar en las eliminatorias finales. En la nómina de jugadores no parece tener hueco Reimond Manco, quien a sus 27 años suma 6 internacionalidades datando la primera de 2008 (con 17 años) y la última de 2013. No obstante, sus posibilidades han ganado enteros en las últimas horas, toda vez que tanto Gareca como Nolberto Solano, seleccionador y asistente, han tenido palabras de elogio y han abierto la puerta al talentoso jugador de Unión Comercio.
Hace exactamente once años, el Sudamericano Sub17 celebrado en Ecuador dejó más de una sorpresa en un torneo en el que muy pocos jugadores acabaron llegando al primer nivel mundial del fútbol. Los equipos europeos, entonces boyantes de ceros en sus chequeras, se plantaron en el país para firmar a las promesas más destacadas del evento. Lulinha acabó la cita con 12 goles y el Chelsea estuvo a punto de cometer una locura millonaria por el chico, tildado como el nuevo Ronaldinho, que había roto todos los registros del torneo y que hoy juega al fútbol en Arabia Saudí. Otro muchacho destacado vestía de amarillo y atendía al nombre de James Rodríguez. Oporto, Mónaco, Real Madrid o Bayern de Múnich pueden dar fe de que su figura es quizás la más representativa de aquel torneo de hace más de una década. También deslumbró el Toto Salvio, líder de Argentina y posteriormente fichaje del Atlético de Madrid.
Fue un tal Reimond Manco (23 de agosto de 1990, Lima, Perú) quien se erigió con el distintivo individual de Mejor Jugador del Torneo. Un mediapunta peruano de apenas 16 años, potente de piernas y culonero del que nadie sabía apenas nada y que llevó a la blanquirroja a hacer un torneo más que notable, acabando en cuarta posición y ganando plaza para el Mundial de la categoría. Allí, no pasaron de cuartos de final, eliminados ante la potencia física y el desarrollo apresurado de las selecciones africanas, en este caso una Ghana que lideraba Sadick Adams, considerado entonces como la mejor promesa juvenil del mundo por delante de Agüero, Kroos, Benzema, Pato, Alexis Sánchez o Di María, entre otros, y que no tuvo suerte en el Atlético de Madrid. En el Mundial, además, se peleó con el técnico y lideró una división del vestuario que acabó con la autoestima y la confianza del grupo y que acabó repercutiendo sobre el campo.
Pero lo que hizo en aquellos dos torneos Manco en el césped con Perú no pasó desapercibido. Otrora jugador de la selección de Venezuela (vivió allí en dos periodos de su vida y jugó con la vinotinto en el Sub15), Manco se consolidó como un jugador de futuro para Perú. Tanto que nada más terminar el Sudamericano Sub17, Alianza de Lima, el segundo equipo con más títulos del país, decidió que formara parte del primer equipo. Le bautizaron como ‘O Rei’ y para el verano siguiente, en 2008, cuando acababa de cumplir la mayoría de edad, el PSV holandés le firmó. Y se le subió el éxito a la cabeza. Ya incluso había debutado en partido amistoso con la absoluta de Perú, meses antes, cuando aún era menor de edad.
Tras una treintena de partidos con el Alianza aterrizó en tierras holandesas, donde le esperaba su compatriota Farfán. Pero su salida de Perú no fue idílica, pues sus declaraciones y los síntomas de dejadez enfadaron a la que hasta entonces había sido su hinchada. «Tengo que cuidar las piernas», aseguró, dejando claro que no iba a arriesgar lo más mínimo en sus últimos meses en el Alianza para pensar exclusivamente en Europa. Sus salidas de tono en sus últimos días en Sudamérica y su presencia en la prensa rosa comenzaron a sonar con fuerza, siendo habitual verle aparecer borracho en la vida nocturna de la capital.
Cuando llegó a Europa, las cosas no le fueron mejor. «Solo recibe y pásala, nada de jugar», le exigía su entrenador. ‘O Rei’, enfadado con el mundo, se sintió discriminado, le echó la culpa de sus pocas oportunidades al empedrado e hizo caso omiso a su técnico. Por eso, en media temporada, solo jugó 11 minutos, repartidos en tres duelos (uno de ellos en Champions League). Creerse mejor que el grueso de la plantilla no le ayudó y en enero de 2009 lo holandeses decidieron cederle al Willem II, apenas unas semanas después de casarse con 18 años. Las cosas no le fueron mejor en Tilsburgo, donde apenas se pudo vestir de corto en otro par de ocasiones. Acudió al Sudamericano Sub20, donde Perú perdió todos sus duelos y notó sobremanera que el que fuera líder de su generación estaba pensando en cualquier cosa menos en fútbol.
Pidió por favor volver a Sudamérica, alegando que no soportaba la vida en Europa, quizás anhelando volver a jugar al fútbol de nivel y echando la culpa de su mal hacer al entorno sin darse cuenta de que la única responsabilidad de su bajón era él mismo. Se marchó al Juan Aurich, se separó de la mujer con la que había contraído matrimonio hacía unos meses y por instantes se le vieron visos de grandeza. Pero todo se torció en una convocatoria con la absoluta. A horas de jugar contra Panamá, Manco se escapó de la concentración para apostar unas fichas en el casino. Fue expulsado de la concentración y duramente sancionado por la federación.
Su nivel volvió a bajar y Juan Aurich lo cedió al Atlante de México. Allí toco fondo. A los pocos meses de llegar y tras varios actos de indisciplina, el club decidió cortar por lo sano cuando, para ocultar una borrachera sin parangón, el jugador fingió haber sido secuestrado y torturado durante horas. Se fue del equipo en marzo de 2011 y un mes más tarde ya volvía a ser una estrella del mundo de la farándula, apareciendo en programas televisivos de baile, olvidándose por completo que era futbolista. Y aunque Juan Aurich confió en el chico, en 2012 decidió rescindirle el contrato al ser evidente su problema irresoluble con el alcohol.
Pasó los siguientes tres años y medio entre León de Huánuco y Cajamarca, volviendo a un gran nivel de fútbol en equipos menores de la Liga de Perú, no sin olvidarse de sus problemas extradeportivos. En Cajamarca fue sancionado varias veces por “llegar mareado” a compromisos oficiales, en palabras del propio presidente del club. Entre medias, además, firmó un contrato de 4 años (2’5 millones de euros al año de sueldo) con un club catarí, pero el exceso de futbolistas extracomunitarios en el equipo hizo que nunca llegara a disputar ni un solo encuentro allí.
Tras acabar a buen nivel con León, en 2015, Alianza de Lima, su club de origen, decidió darle una nueva oportunidad a quien fuera su niño maravilla. Allí su nivel fue irregular, llegando incluso a ser relegado al equipo juvenil. Tras un año y medio, puso rumbo al Zamora de la Liga de Venezuela. No estuvo mucho tiempo, pues Unión Comercio le volvió a repatriar para la Liga de Perú. Allí cuajó un gran 2017, pese a que el nivel del equipo no es para tirar cohetes, y en 2018 parece estar logrando una regularidad que no parecía posible en él. Con 27 años, Reimond Manco es un futbolista totalmente olvidado. Es un mediapunta que pudo ser una estrella y nunca quiso serlo.
Eternamente comparado con James Rodríguez por posición, generación y por aquel premio que le arrebató al colombiano cuando eran juveniles, dice arrepentirse de cómo ha llevado su vida. Admite ver vídeos de aquel Sudamericano Sub17 y aquel Mundial de la categoría y llorar de nostalgia. Quizás sabedor de que con una cabeza mejor amueblada y otra toma de decisiones ahora estaría en otro sitio. Manco fue presa fácil de la fama adolescente, de ser el foco de las cámaras cuando ni siquiera era mayor de edad, de creerse mejor que el resto sin haber logrado absolutamente nada.
Hoy, once años más tarde de su eclosión, está en la parte más baja de la pirámide. Su incidencia en un equipo menor y la regularidad de ese padre de familia que tiene que servir de ejemplo a sus hijos le han permitido, o al menos eso parece, sentar la cabeza. Después de ilusionar a todo un país, tiene la posibilidad de escribir un cuento con final feliz y de debutar en partido oficial con la selección absoluta de su país en un Mundial. Solano y Gareca le abren la puerta y él es el único capacitado para cerrársela. “A mis 27 años he madurado y no veo tan lejano mi regreso a la selección. Estoy jugando bien y sé que me lo merezco, pero me lo tengo que ganar”.
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