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Redención

Griezmann sonríe y con él lo hacen el Atleti y Simeone. Después de una larga travesía y un nado sin rumbo, la oficialidad de su traspaso a título definitivo con destino Atlético de Madrid parece haber encontrado en el francés una serenidad y un nivel que no se le recuerdan, precisamente, desde que abandonara el Metropolitano dirección Ciudad Condal hace ya unos lejanos cuatro años. El Atleti, que vive una de las temporadas más complicadas de esta nueva era bajo la dirección de Simeone, camina tercero en el campeonato de LaLiga, y lo hace con pie firme fuera de casa, donde es prácticamente imbatible, pero con pasos dudosos en el Metropolitano, donde una sensación de histeria colectiva hace al equipo estar más temeroso de fallar que de arriesgar por ganar.

Ante el Betis, Griezmann no solo cuajó el que seguramente será el partido le perdone definitivamente de todos sus pecados, sino que además dio un pasito más en aquello de convertirse en leyenda colchonera. Sin ir más lejos, su doblete en el Villamarín le convirtió en el tercer máximo goleador de la historia del club (147, solo por detrás de los 169 de Luis Aragonés y los 172 de Escudero) y el quinto solo en el campeonato de Liga, empatando con Fernando Torres en 102 tantos. Su nuevo contrato sellado en rojiblanco hasta 2026, invita a pensar que, de cumplirse, el galo acabará liderando la tabla de goleadores históricos del club.

Y es que su impacto, una vez se ha eliminado aquella decisión interna del Atlético de sacarle apenas 30 minutos por partido para forzar al Barcelona a venderle barato, se ha multiplicado de tal manera que en los últimos cuatro partidos ha metido tres goles y fabricado dos de ellos, teniendo incidencia en todos los partidos con al menos un tanto o asistencia y provocando que el Atleti no se llegue a desenganchar del todo de la pelea con los de arriba. Para hacerse una idea, el francés ha metido cinco goles y ha dado tres asistencias en 576 minutos de competición doméstica (marca o asiste cada 72 minutos) y el curso pasado generó los mismos goles (tres goles y cinco asistencias), pero en 1989 minutos. Es decir, necesitó casi cuatro veces más tiempo en el juego para la misma aportación.

En el Villamarín, el francés fue el líder absoluto de Simeone y el Atleti se mostró más reconocible que nunca, con un Ángel Correa que en banda brilla mucho menos, pero que es esencial para el trabajo grupal, y un Saúl que volvió a darle al equipo empaque y solidez, aunque eso signifique perder en términos de profundidad. Griezmann, libre por todo el campo, intercaló esa posición de interior de la que tanto está disfrutando este año con la segunda punta. Volvió a combinar bien con Cunha, Morata y con el propio Correa y se bajó al barro cuando, en los minutos finales, hubo que frenar las acometidas de un Betis que buscó en un arreón final sacar algo más.

Griezmann, cuestionado por irse y por la manera de salir, así como por la de volver, que ha tenido un curso y medio de inestabilidad absoluta (entonces aún cedido por el Barcelona), que volvió mientras tenía que oír cómo desde quien afirmaba tener más de un confidente en el vestuario afirmaba que su retorno había roto la comunidad de la plantilla, ahora parece ese jugador que hace años se marchó cuando lo tenía todo para quedarse. Griezmann, más simeónico que el propio Simeone, que jugando en este estilo ganó dos veces el Balón de Bronce a tercer mejor jugador del mundo (2016 y 2018), ha pasado de oveja negra a “líder absoluto sobre el campo”, parafraseando al técnico argentino. Griezmann, que brilló con su selección jugando como habitualmente lo hace el Atleti: “A los chicos en el vestuario les digo que si nos ponemos por delante, no nos marcan. Es como lo hacemos en el Atleti y es como lo hacemos en Francia, defendiendo y atacando igual”, admitía el francés en un documental sobre la Copa del Mundo que ganó Francia en 2018. Griezmann, que ha estado sin estar durante 14 meses, pero que ahora ha vuelto para comandar al Atleti.

Imagen de cabecera: @atleti

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