El Real Madrid camina por su particular travesía por el desierto en la Liga. Lo peor no son los diez puntos de distancia con respecto al Barça, “remontables” según los cálculos más optimistas, sino lo difícil que es creer, a estas alturas, que el Madrid no volverá a pinchar. Falta juego, falta quizás actitud, pero en los últimos partidos se ha instalado una sensación que, más allá de la táctica, repercute en la forma de afrontar los partidos: la falta de confianza. Esta es la enfermedad. Y Marcelo quien representa el síntoma más evidente.
Desde su debut en 2007, Marcelo ha tenido partidos excelentes, partidos regulares, partidos menos buenos y partidos malos. No hay futbolista que escape a estas categorías alguna vez en su carrera. Pero durante los últimos partidos, hemos presenciado a un Marcelo distinto. Y distante. No es tan vertical cuando se asoma al área, sus regates no parecen tan eléctricos y pierde balones con facilidad. Si Marcelo desconfía y pierde vitalidad, el Madrid tiembla.
Al Madrid le falta gol, le falta juego y le faltan otras muchas cosas. Pero la falta de confianza es patente. Lo demuestra Kiko Casilla en algunas acciones, lo demuestran Cristiano Ronaldo y Benzema, inéditos y pesados en sus movimientos, lo demuestran incluso Kroos y Modric, a quienes estos últimos partidos se les recuerda muchas más perdidas de balón que de costumbre. El Real Madrid ha perdido la confianza que hace pocos meses le aupó hasta conseguir casi vapulear al Barça (de quien ahora le separan diez puntos de distancia y unas sensaciones más insalvables aún) en la Supercopa de España.
Quizá por eso las declaraciones después de los pinchazos que de un tiempo a esta parte viene sufriendo el Real Madrid desemboquen en un denominador común: la confianza. “Hay que confiar”, dicen unos. “Tenemos que tener confianza en que los resultados llegarán”, dicen otros. La consigna es clara: confianza, confianza y confianza. Sin ella, el talento se marchita. Sin ella, los esfuerzos son más esfuerzos y las adversidades son más complejas. Lo que no dicen en el Real Madrid es que todo debe empezar por recuperar a Marcelo. Que vuelva su sonrisa, que ya incluso cuesta verla en zona mixta. Que vuelva a jugar como si lo hiciera en su Catete natal, en Río de Janeiro, con la misma jovialidad y frescura con la que afronta la vida.
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