Ya se están llenando las redes sociales de memes de aquellos que elogian a Rafael Nadal sin tener ni idea de tenis. Muchos, es evidente, no habrán visto ni un partido completo. Sin embargo, no hace falta ser seguidor de este deporte, ni estar pendiente de lo que ocurre en cada ATP 250, para enamorarte de lo que suele hacer el español en la pista. Disculpad mi cursilería, pero no lo puedo evitar. Nadal destila una pasión por el tenis, por el triunfo, que lleva a cualquiera a engancharse a algo que le puede suponer aburrido. Esta tarde, sobre las 16:00, arrancó su envite de cuartos de final. Nadie esperaba que casi ya de noche, tras cuatro horas de batalla, iba a terminar el encuentro pensando en las semifinales. Sobre todo, viéndole con tanto dolor en la segunda manga.
Sigue sorprendiendo, la verdad, que haya gente que le odie. Quizás todo se explica por una supuesta estafa a hacienda, una paparrucha de manual, que le ha llevado a ser un falso patriota que llora con su himno pero que no ayuda a sus ciudadanos. Un embuste histórico. Hay otros que tratan de hacernos entender que sus lesiones son falsas, que solo gana tiempo para confundir a los que están al otro lado. Todos son argumentos que se caen por sí solos.
En la central de Wimbledon, donde también ha tenido batacazos mayúsculos, cuajó de nuevo una gesta colosal. Fritz, un estadounidense frío como el hielo, muy completo, le llevó por la calle de la amargura. Su nivel no decayó prácticamente en todo el envite. En muchos momentos el mal gesto de Rafa vino ocasionado por la firmeza de sus golpes. Por la confianza en todo lo que hacía. Parecía que nadie le podía ganar. Esta vez no le ocurrió como a otros jugadores que se asustan por ver al campeón renaciendo: simplemente no pudo evitar lo que el destino le tenía preparado.
Para la historia quedará el gesto de su padre, que le reclamaba que dejara de batallar. ¿Qué ganas con esto?, debía preguntarse con un fuerte sentimiento paternal. Pues todo. El propio deportista, en la entrevista del final, no tenía una respuesta a lo que acababa de ocurrir. Solo podía agradecer al público, el comodín de todo tenista. Aquí también solo cabe escribir tópicos: para los niños que tiren la toalla con facilidad, ya sea jugando a su deporte o en la vida, está como buen ejemplo Nadal. El próximo duelo será frente a Kyrgios, que ya le consiguió ganar en Wimbledon y que está en el mejor momento de su carrera, pero esa es otra historia. Ya llegará.
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