Contaba en la mañana del lunes en las ondas radiofónicas el bueno de Fermín Suárez, experto en estadísticas de Cadena Ser, que Ousmane Dembélé marcaba de cabeza con el Barcelona por primera vez, del mismo modo que también se estrenaba con tres asistencias en un mismo partido. Lo cual confirmaba, por otra parte, que el francés estaba ante la excepción que confirma su propia regla, ésa que nadie termina de entender.
A su vez, el analista Álex Delmàs, ilustre ex capitán del histórico CE Europa, uno de los clubes fundadores de la Primera División española, nos explicaba en un uno de sus interesantes hilos las mejoras que había supuesto para el Barça ese Busquets-De Jong en paralelo, con uno quedándose mientras el otro iba a presionar y un sinfín más de detalles que cantaban las excelencias de dicha sociedad.
Mi jornada laboral transcurre en una de las empresas de estadísticas deportivas de referencia. Los clientes nos piden una ingente cantidad de datos día a día. A veces, casi minuto a minuto. Suelen pedir información que no lleva a nada, del mismo modo que otras veces, con una simple pregunta, nos ayudan a caer en un interesante dato histórico. En esta época de Big Data, donde todo se mide, es habitual ver a gente dando palos de ciego para que cuatro números le den una respuesta a algo que se ha dibujado previamente en su mente. En su cabeza era espectacular.
Hay jugadores que nunca salen bien parados en las estadísticas. Los intangibles de los que tanto se habla en baloncesto hacen que jugadores como Sergio Busquets, Fernando Reges o Luka Modric no suelan dejar guarismos de relumbrón en las bases de datos tras una actuación, sea ésta memorable o no.
Hay datos que hablan por sí solos. Los goles desde fuera del área del Pajarito Valverde –ya convertido en halcón– nos hablan a las claras del poderío de su disparo, algo que ya intuíamos hacia el final de la temporada pasada y que ha explotado en nuestras narices en la actual.
Otro concepto con el que la gente pierde mucho la cabeza últimamente es el tiempo efectivo. Se desperdician muchos minutos, es cierto. Se juega poco. Se finge demasiado. El promedio de tiempo efectivo de juego de la liga española está en 54 minutos y 26 segundos por partido esta temporada. Netamente por debajo de otras grandes ligas de Europa, eso es cierto. ¿Pero saben en cuánto estaba ese mismo dato temporadas atrás? Analizando la temporada 2005/06, primera campaña en la cual está documentado ese registro, el dato es claro: se jugaban 52 minutos y 26 segundos por partido el curso en que el Barcelona de Rijkaard ganó su segunda liga consecutiva. Dos minutos menos, lo cual parece poco, pero es bastante. Entonces, el tiempo que estaba el balón en juego era algo en lo que nadie reparaba.
Es decir, que esto sucede y debe llevarnos al análisis, pero ha sucedido siempre. Todo el mundo se pregunta si hay que cambiar algo, pero quizá el fútbol se desnaturalizaría todavía un poco más si se introdujeran 30 minutos a tiempo parado o vaya usted a saber qué. Mi apuesta es que seguirá el ruido durante un tiempo, pero nos acabaremos olvidando de ello.
Otro concepto al alza son los Expected Goals. Los ya célebres xG. Miden la probabilidad de gol de una situación midiendo la calidad de la ocasión, la zona del remate o el perfil del jugador que remata, entre otros parámetros. Sirven, por ejemplo, para destacar a monstruos que machacan dichos medidores. Jugadores cuya calidad de ocasiones es mucho menor que sus cifras anotadoras. Ahí lucen ilustres como Haaland o Lewandowski, pero también algunos más underground como el bético Juanmi o Gio el Cholito Simeone. Pero es otro dato que a veces se nos va de las manos.
Como integrante del sector de las estadísticas y los datos en el mundo del deporte, les diré que son tremendamente útiles. Que sirven para entender muchas cosas y ayudan a comprender situaciones. Pero es clave contextualizarlas con sentido, que no es lo mismo que vestirlas como es debido para que parezcan algo que no es.
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