¡Gol de Señor! Los futboleros, habiéndolo vivido o viéndolo a posteriori, con la carta de la juventud en la mano, recordamos aquel grito delirante de José Ángel de la Casa. Era una simple clasificación a la Eurocopa de 1984, un mero trámite en la actualidad, pero aquella selección estaba desprovista de éxitos. Su mal papel en el Mundial de 1982, el de naranjito, obligaba a la roja a reavivarse para estar en Francia, dolorida por una época llena de preguntas sin respuesta. Solo tenían dolor, llanto y una rabia contenida por un país que creía que había nivel, pero que no le daba. Los de Miguel Muñoz quedaron encuadrados en el grupo con Países Bajos, Irlanda, Islandia y Malta. Ante tal tesitura, España sabía que su mayor rival por el pase iba a ser el primero porque en aquellos años la repesca no existía. Solo el campeón de grupo tenía premio.
España arrancó su clasificación de diez, ganando por la mínima a Islandia en la Rosaleda. Los nórdicos venían de arrebatarle dos puntos a Países Bajos, por lo que desde el inicio los de Muñoz iban con ventaja en ese pulso que tenían que aguantar hasta la última jornada. Solo podía quedar uno. Sin embargo, los españoles, fieles a su historia, se atrancaron en Dublín, igualando a tres. Debían superar a la naranja mecánica en su feudo para recuperar vuelo. Y Señor, con un tanto al borde del descanso, volvió a darle un respiro a España.
Posteriormente, ambos prosiguieron venciendo sus respectivos encuentros; aunque con muchos problemas. Los españoles, de hecho, remontaron en La Valleta un encuentro que perdían en el minuto 60. Gordillo, a falta de cinco minutos, destrozó todas aquellas crónicas que seguramente estaban poniendo de vuelta y media al combinado nacional. El que fuera jugador bético en aquel instante salvó a España de una vergüenza nacional: caer ante un combinado amateur. Cinco meses más tarde, en una dura noche en Rotterdam, España estaba prácticamente fuera: cayeron 2-1 ante los neerlandeses.
Tras el 5-0 de los Gullit, Koeman y compañía a los malteses cuatro días antes, la roja necesitaba ganar por 11 goles en Sevilla para estar en Francia. Una utopía. Una locura. De aquella noche en el Villamarín, iban a salir anuncios, historias de limones y miles de teorías. Pero la realidad la conocen todos. Si tienen alguna duda, vayan al Ministerio del Tiempo a resolverlo. La poca fe del inicio se transformó en éxtasis en la conclusión. Hubo una época, desde luego, en la que las clasificaciones a los grandes torneos eran todo un acontecimiento. Que se lo pregunten a ese Señor que enloqueció a todo un país con un tanto que siempre será recordado. Aunque no lo hayamos vivido fue muy épico.
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