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Fútbol

Proyecto 2020

He tenido por momentos la sensación de que probaban con nosotros, que hemos formado parte de un experimento global para testar la moderna resiliencia de la especie humana. Nos han llevado al límite y nos quitaron el balón. No hay droga más letal. Nos pararon para demostrarnos lo poco que apreciábamos a los nuestros. El renuncio, en vida y fútbol, trae consecuencias profundas que pueden alcanzar la enfermedad.

Durante meses la dependencia de lo vital quiso arrinconar a la pelota, esconderla detrás de lo que nos decían eran las actividades esenciales. Murió mi abuela, tu papá, su Tía y nuestros corazones. Lo hicieron de lejos, sin tocarnos, sin sentirnos, sin festejar lo que teníamos pendiente. Una barrera prohibitiva que invalida la catarsis. Un castigo para comprobar cuan resistentes son nuestras mentes a la enajenación.

Vacíos de vida siempre se presentan en el camino de muchos, pero esta vez fue tan generalizado que da para malpensar. Fuimos conejillos en un mundo de topos, encerrados terminales con el único propósito de encontrar el aire del día siguiente. Y después de unos meses nos soltaron una liebre a ver si corríamos detrás de ella. Aunque no hubiera alma en el escenario, vaya si corrimos. El nuevo fútbol, proyecto 2020.

Amontonado en fechas, sin tregua, en sobredosis. Difícil disfrutar del triunfo con una derrota dos días después. Imposible llorar sin la sensación de poder redimirte a la corta. Excesivo hasta para el politoxicómano. Para los viciosos, cómo yo, fue un subidón tan intenso que la resaca me dejó fundido. Pero los que mandan lo saben, y recaímos.

Tras el muestreo, quedó claro. Somos esclavos del balón. No hay parche o secta que nos saque de lo nuestro. Ahora cuanto más mejor. Aunque la victoria nos sepa a poco. Aunque la amenaza de nuestra era nos espere en la próxima jornada. Nos probaron y así respondimos. Mutamos, pero no morimos.

Imagen de cabecera: Martin Meissner/Pool via Getty Images

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