Quizás no sea la mejor manera de arrancar un artículo sobre el Real Madrid, hablando del Barcelona, pero esto del folio en blanco asusta mucho al que tiene que escribir. Ernesto Valverde, tras una confusión de su chófer, llegó tarde a la rueda de prensa, con el gesto torcido. Puede que por ello, sabiendo que es un tipo sosegado, mucho más cercano a caminar por la vida por senderos reposados y mansos, como la fotografía, decidió ir al grano con una frase impropia de un hombre más bien tímido: «estamos aquí por dinero», apostilló el técnico azulgrana. La verdad por delante. El primer título de la temporada arrancaba bien.
Ya hemos hablado varias veces de Zinedine Zidane. De sus risitas en rueda de prensa, de sus miradas, de su acento. Nos volvió a enseñar otra lección en la semifinal de la Supercopa: si no tienes delanteros, pon centrocampistas. Decía Javier Aznar en Twitter que cuando Fede Valverde y Casemiro juegan en el centro del campo ni cierra la puerta de casa. Yo, por si las moscas y por miedo, siempre soy de poner cuatro candados y taparme con el nórdico, a prueba de balas. A Toni Kroos, en cambio, no le asusta nada. Es de los que oye una pelea cerca de casa y lejos de asustarse, bajar las persianas y llamar a la policía, continúa tomándose su pollo tranquilamente, sin vacilar. Con ese córner engañó incluso al realizador del choque y a todo un conjunto que discutía mientras colaba un gol olímpico para el recuerdo.
Luka Modric e Isco se gustaron tanto que hasta marcaron. Su encuentro, sin embargo, no se resume tan solo en sus buenos remates: contactaron con la pelota una y otra vez ante un Valencia inerte. Los de Celades, que son campeones de Copa del Rey, no estarán en la final de la Supercopa, discutible para muchos, plausible para los que lo dirigen. Algunos critican a los dirigentes, pero esta semana también hemos visto al que aparta a un entrenador para investigar que unos chantajistas le están pidiendo dinero por un vídeo sexual, o el que envía misiles a un país cerquita de Arabia Saudita porque sí, porque hay que mostrar el poderío de su país.
Quizás el menor de los problemas sea que se juegue en Yeda, aunque algunos de los periodistas que están allí, como Francisco Cabezas, de El Mundo, nos enseñe bares en los que las mujeres hacen una cola y los hombres otra. Hay cosas que son difíciles de cambiar. Pero, por lo menos, de momento, al presidente de la Federación no se le ha ocurrido anunciar una guerra a nadie. Los blancos ya esperan a un rival en la final con la esperanza de que el estadio se llene. Si no es mucho pedir.
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