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Pouille recolecta el fruto de una irrepetible generación

Francia ya tiene de nuevo la Copa Davis. La décima de su vitrina, igualándose con Gran Bretaña en el tercer puesto, y la primera desde 2001. Era, de los cuatro países organizadores de Grand Slam, el que más tiempo llevaba sin ganarla. Curiosamente, siendo, de estas cuatro naciones, la que tenía una mejor generación en el circuito en la última década.

Sí, los Tsonga, Monfils -aunque no participara en este triunfo por sus disputas con Yannick Noah-, Gasquet y Simon merecían un éxito colectivo ante la ausencia de grandes trofeos individuales en su palmarés. Sólo Tsonga consiguió ganar un Masters 1000 y jugar una final de Grand Slam, aunque los cuatro llegaron a participar en alguna que otra Copa Masters y fueron, en mayor o menor medida, un quebradero de cabeza para los mejores tenistas del mundo.

Ganar la Davis esta temporada era una obligación para Francia. Por primera vez, no se veían frenados por un equipo con una estrella de la que ellos no disponían. Atrás quedan esas continuas semifinales perdidas ante la España de Nadal, el duelo que cedieron ante Gran Bretaña en 2015, o, sobre todo, las dos finales perdidas en la última década: la de 2010, ante la Serbia de Djokovic, y la de 2014, ante la Suiza de Federer.

Ahora, aprovechando un año en el que muchas de las estrellas del firmamento de encontraban en la clínica médica, y que los dos dominadores del circuito, Nadal y Federer, no estaban por la labor de sacrificarse por esta competición, Francia se topó con una panorama idílico. Una final en casa y contra un rival -con perdón- de segunda fila. La Bélgica de Goffin. Un tenista cuyo crecimiento ha sido exponencial en 2017 pero que, pese a su talento, estaba demasiado solo en su equipo como para plantearse una hazaña que, por ejemplo, sí logró Murray hace dos años: ganar la Copa Davis con un solo jugador.

Eso sí, las cosas no fueron tan fáciles. El increíble estado de forma de Goffin le hizo ganar, de forma incontestable, sus dos partidos de individuales, barriendo en tres sets a Lucas Pouille y Jo-Wilfried Tsonga, pero la derrota de la pareja belga en el punto del dobles hacía que los éxitos de Goffin no fueran suficientes para que Bélgica dependiese única y exclusivamente de su estrella para ganar su primera Copa Davis, en la tercera final que disputaba.

Fue entonces cuando surgió la figura de Pouille. Con una presión brutal sobre sus hombros, con el ‘rún-rún’ de si debía jugar él o Gasquet el definitivo quinto partido, el joven francés -23 años- logró su objetivo con la determinación que muestran los grandes: sin dar ninguna opción a Steve Darcis, otrora especialista en partidos decisivos de la competición por equipos. Un éxito, el de Pouille, que puede resultar, en cierta medida, ‘injusto’, porque es él el que se lleva todas las portadas y reconocimientos en el día de hoy.

No deja de ser curioso que esta fantástica generación de franceses, liderada principalmente por el carismático Tsonga, bien secundada por el virtuosista Gasquet, contando con la firme participación del luchador Monfils y el incombustible Simon, haya tenido que depender, hasta el último momento, de si el joven Pouille, nada predestinado hace algunos años para ser el hombre que devolviese la gloria a Francia, podía aguantar la presión en el momento clave. O quizás no es tan injusta. Quizás la determinación mostrada por Pouille ayer es lo que le diferencia de Monfils o Gasquet, que perdieron los puntos clave en las finales de 2010 y 2014 -ante Djokovic y Federer, todo se debe decir-.

Y probablemente, Pouille tendrá más ocasiones de ganar la Copa Davis. Francia es una superpotencia y seguirá sacando jugadores que acompañen al hoy idolatrado Lucas. Pero la de ayer era, muy posiblemente, la última oportunidad para jugadores como Tsonga o Gasquet, emocionados en la ceremonia de entrega de la Ensaladera. Ellos dos, sin ánimo de desmerecer a Monfils y Simon, son los que mejor muestran el triunfo de una generación tan perdedora como irrepetible.

Vigués residente en Barcelona. Escribo en Sphera Sports y en VAVEL. Descubrí a Federer y luego me aficioné al tenis. ¿O fue al revés?

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