Casi 25 años en vida perteneciendo a una misma causa, defendiendo los mismos colores y haciendo del rojiblanco su casa. Una eternidad, en bronce, allí sobre el estadio que nunca conoció. Luis Aragonés, leyenda del fútbol español y mucho más del Atlético, tendrá siempre su homenaje en el estadio que no vio terminado y al que se accede por una avenida que también lleva su nombre. Su estatua se erige por encima de todas aquellas placas en el paseo de leyendas. Las dirige, las comanda, las organiza y las ordena, como si fueran aquellos compañeros que en poco más de una noche dejaron de serlo para convertirse en sus jugadores en aquellos maravillosos 70.
Luis Aragonés tenía un defecto, o una virtud. Cuando el Atleti llamaba, nunca podía decir que no. Por eso decidió abandonar Mallorca a inicios de siglo. Ese equipo isleño al que había clasificado por dos veces en tres años para jugar la Champions, aquel donde, con él al mando, el equipo bermellón ha firmado las dos mejores temporadas de su historia futbolística. Luis cambió el himno de la Champions League por descender a Segunda División y sacar del pozo a un Atlético que esperaba un añito en el infierno y ya iba por el segundo. Del mismo modo que, aún con fútbol en sus botas y con varios registros por romper, un día se acostó como jugador y al día siguiente se levantó como entrenador porque así se lo había pedido el club. Luis conoció el antiguo Metropolitano, Luis vivió los mejores días del Vicente Calderón, donde el honor de meter el primer tanto siempre será suyo, y Luis será eterno en el nuevo Metropolitano.
Porque para Zapatones, como a él le gustaba ser llamado, el Atlético lo trascendía todo. Capaz de estar jugándose las habichuelas con España en un partido de repesca para el Mundial en el Vicente Calderón y gritarle al cuarto árbitro un seco “Usted no pise ese escudo, que es el del Atlético de Madrid” cuando el trencilla se paseaba por la zona de los banquillos sin percatarse de estar mancillando el símbolo rojiblanco. Fueron 15 años ininterrumpidos como jugador y nueve como técnico en distintas etapas, pero Luis no dejó de pensar en rojiblanco ni un día. Porque fue él, dirigiendo al Oviedo, quien puso la puntilla para que el club perdiera la categoría en el año 2000. Y esa victoria, que daba alas a un equipo asturiano y prácticamente lo salvaba tras más de 20 jornadas en descenso, fue la más agria de su carrera.
Porque para los Atléticos, la Eurocopa de 2008, que puso la primera piedra de la selección y cambió la historia del fútbol español, fue mucho más especial. Luis era el hacedor de todo y Fernando Torres el ejecutor. “Yo me sentía especial en ese grupo porque me trataba igual que cuando estábamos en el Atleti. Parecía que me había preparado para esto”, diría El Niño, a quien poco antes de la final aseguró que marcaría y daría el título a España más de 40 años después. Y es llamativo que alguien a quien no le gustaban los reconocimientos, que rehuía de las celebraciones y que se mantenía en un segundo plano en los festejos pese a ser actor principal, haya terminado recibiendo tantos homenajes de tanta altura. Luis, con 11 títulos entre jugador y entrenador, es la personalidad con más trofeos en la historia del Atleti, uno por encima de Diego Pablo Simeone.
Esculpida en bronce por la artista Alicia Huertas sobre una idea de una imagen histórica del ‘8’ dando órdenes sobre el verde y financiada exclusivamente por la afición del Atlético de Madrid, gracias a una iniciativa del grupo Frente Atlético, los 130.000 euros que costaba la obra fueron recaudados mediante crowdfunding en apenas dos meses. Con la presencia de sus hijos, que dieron viabilidad al proyecto desde el primer momento, la pasada semana se desveló el monumento, colocado en el acceso principal al estadio, justo frente a la calle que lleva también el nombre de Luis Aragonés. El resto del dinero excedente a esa cantidad marcada, que ascendía a casi 15.000 euros, fue donado a la Asociación Española contra el Cáncer.
Al acto de homenaje, además de familiares y amigos del propio Aragonés, acudieron varios ex jugadores del club, que fueron compañeros o fueron entrenados por el propio Luis. Algunos de ellos, incluso, también contribuyeron a la causa, como es el caso del actual capitán Koke. El evento tuvo lugar el viernes y, desde el mismo instante, la obra ya se ha convertido en lugar de peregrinaje obligado para los atléticos que acuden al estadio. El pasado domingo, en el duelo ante el Betis, ni el mal tiempo ni la lluvia impidieron que miles de aficionados se fotografiaran con ella, ni que Margarita, la aficionada que pone un ramo de flores en el córner por Pantic desde hace más de 20 años, dejara también su sello a los pies de Zapatones. A sus frases fuertes y resonantes, de gran calado, a sus títulos, a sus anécdotas y a sus vivencias ahora se une una estatua que le hará pasar a la eternidad.
Imagen de cabecera: Atlético de Madrid
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