La salida de Lucas Pérez tiene un sabor amargo. Ante las cámaras, el futbolista de Monelos se mostraba dolido por las cábalas de su marcha. Entre sus palabras, vacíos y algunas incógnitas que quedarán siempre detrás de una verdad absoluta: Lucas Pérez deja A Coruña por motivos personales. Sean todos los que sean, son los suyos.
El delantero vuelve a coger sus maletas cuando se han cumplido dos años de su regreso al club blanquiazul. Por aquel entonces, Lucas salió del Cádiz y bajó los escalones para descender dos categorías. “Yo cuando me dicen, vas a jugar a Primera RFEF, es que no lo veo así. Voy a jugar al Dépor”, decía con una deslumbrante sonrisa. Parecía un niño con zapatos nuevos.
En sus palabras manifestaba todo el sentido de su decisión. El de volver a casa, el de vestir los colores que a uno le tiran más allá del compromiso profesional. Además, vería a su hijo nacer en su tierra. Lucas tenía la cara empapada de ilusión. Las mariposas en el estómago, el nudo en la garganta, el corazón a toda pastilla. La felicidad no es negociable.
Quería ayudar al club, y lo hizo. El destino le agradeció su gesto con el regreso del Dépor a Segunda. Lo certificó el propio Lucas con un gol de falta ante el filial del Barça el pasado año. Una victoria que le otorgó a todos los deportivistas el regreso a la categoría de plata tras cuatro años y una sensación indescriptible.
Esta semana, Lucas se ha vuelto a despedir. Emocionado, dolido, orgulloso. Con una mezcla de sensaciones que se balancean. El que fuera hasta hace pocos días capitán del equipo, ha despegado su brazalete porque, por encima de todo, quiere estar cerca de su hijo y ver crecer aquel niño que llegó a su vida al poco de volver a vestir las franjas azules y blancas.
Lucas volvió al Dépor por amor, y se marcha por la misma razón. Ese lenguaje universal que lo explica todo y nos mueve. Los niños llegan sin un manual de instrucciones. Nadie nos enseña a ser padres, pero serlo implica tomar decisiones. Y Lucas, como padre, ha elegido la mejor opción. Seguro que ese niño que ahora tiene dos años en un futuro se sentirá muy orgulloso de este futbolista y, sobre todo, de su papá. No hay nada más importante.