¡Somos Oriolistas o no somos Oriolistas!, proclama de viva voz Fran Fermoso (Narrador de Movistar +) en una de las muchas canastas que Pierre Oriola (Ala-Pívot) jugador del Valencia Basket, dejaba en su encuentro contra el Gran Canaria en los cuartos de final de la Copa del Rey 2017. La cuestión quedaba en el aire, y no buscaba ni necesitaba ser respondida porque es evidente que sí. Somos Oriolistas.
Desde que naciese en Tárrega un 25 de septiembre de 1992, Pierre ha ido recorriendo el camino de su vida pegado al mundo del baloncesto. Sus pasos en este juego han sido variados y han puesto sus zapatillas en multitud de pabellones repartidos por toda España. Su trayectoria en el mundo de la canasta ha estado ligada a la tierra que le vio nacer, y más en concreto a la región que fue su hogar en los años de infancia y adolescencia, Cataluña. La mayor parte de su carrera deportiva tuvo su desarrollo cerca de casa, pero curiosamente, su primer éxito en la categoría reina del baloncesto español vino una vez partió, maleta en mano, hasta la otra punta de la península, Andalucía (aunque anteriormente pasase sin pena ni gloria por Manresa), recalando en las filas del Baloncesto Sevilla.
Dicen que Sevilla tiene un color especial, y para Oriola fue ese verde oscuro que lucía en su camiseta el conjunto hispalense, pues con ella puesta llegó a realizar un gran curso y algunas actuaciones de renombre, entre las que destaca sus 35 de valoración, en solo 25 minutos, ante el FIATC Joventut. Aquella demostración de talento fue una bomba de relojería con la mecha muy corta en las redes sociales, a través de las cuales circuló sin piedad. Los medios deportivos se hicieron eco de la noticia y su nombre de repente fue descubierto por muchos. Para todo hay una primera vez, y en este caso no sería la última. Dos campañas de menos a más en el Baloncesto Sevilla dieron paso a su fichaje por todo un histórico de la liga Endesa como el Valencia Basket.
La paella y el mar Mediterráneo esperaban a Oriola con las manos abiertas y un contrato de dos años de duración con el Valencia Basket, en principio, para ser un jugador de recambio al fondo del armario. Una pieza para completar el puzle, pero sin demasiado protagonismo. Así se presentaba su recorrido por la ciudad del Turia, pero para nada está siendo así.
No ha optado a demasiado minutos a lo largo del curso (13 de media en Liga Endesa) pero con los pocos que cuenta está disfrutando y rindiendo como ninguno. Oriola está fino, a gusto, en racha. La afición Taronja disfruta de la plenitud de su baloncesto, del mejor momento de su carrera, brillando a pesar de los impedimentos naturales que surgen por la competencia existente en una plantilla tan extensa y talentosa. No obstante, Oriola cumple y conquista.
Aprovechar su tiempo es su forma de vida, y dinamitar los encuentros se ha convertido en uno de sus hobbies sobre la pista. Quiere que su grito se escuche, ese grito rabioso tras mucho trabajo y esfuerzo que han llevado su nombre a ser decisivo en un gran equipo saliendo desde lo más hondo del banco. Oriola es un ejemplo de la eficiencia y del saber luchar hasta el último segundo, un ejemplo de currar y callar para después poder celebrar. Oriola se ha ganado un hueco en la liga Endesa, dentro y fuera de la cancha, nos ha encandilado con su entrega sobre el parqué y si, por todo ello, somos Oriolistas.
Foto principal: ACB