Perdóname, Señor, porque he pecado. No he sabido comprenderte, y he seguido a una masa que no veía con buenos ojos tu labor.
Discúlpame, Álvaro, por no recompensar tu vida dedicada al balón. Por no haber valorado todo en la medida que se merece.
No sabes lo que todos los enamorados de este fantástico deporte sentimos tu despedida del fútbol español. Un mundo que sólo se ha limitado a herirte, a no aplaudir tus esfuerzos ni atribuirte la parte del mérito de la victoria que a ti te correspondía.
Lo diste todo, te desfondaste. Jugases donde jugases, tu técnico tenía la seguridad de que tu banda iba a estar bien cubierta con lucha, rabia y pundonor. Y no se equivocaba.
La blanca, manchada de sudor y sangre, ha dado paso a un West Ham orgulloso de su “5”, ese lateral que se tatúa en el corazón el escudo que representa.
Pocos jugadores quedan como tú, capitán. Pocos tan comprometidos con la elástica que visten, dispuestos a dejarse la piel con tal de sentir a su público representado con su juego. Te entregas a la profesión, y nada gusta más al respetable. Por ello, Anfield y el Bernabéu tienen un hueco en el corazón reservado para ti. Para tu lucha.
El Bernabéu rendido al ’17’ | Getty
Memorables noches de fútbol otorgaste a la hinchada. La Selección fue una mera prolongación de tu coraje. Lo diste todo por La Roja, haciéndonos tocar la gloria. Callado, trabajando, especialista en hacer felices a los amantes del balompié que contigo se sentían representados.
El fútbol te debe algo, Álvaro. Este deporte tiene cuentas pendientes contigo. Es tan conocedor como nosotros de tus méritos, y no dudará en recompensarte. Sabemos que, desde que llegaste a Madrid, nada ha sido fácil. Sabemos que no hemos sido justos. Londres es duro, y la complicación de hacerse un hueco en el XI es sabida por conocida por todos, pero la confianza del técnico se gana con esfuerzo y constancia, y de eso vas sobrado.
Tanto yo, como todos los aficionados que alguna vez disfrutaron de tu juego, sentimos la obligación de darte las gracias. Por llevar el fútbol a otro nivel. Por reinventar la forma de sentir unos colores y emplear tu noble corazón para defender el escudo que portases. Fuese cual fuese. Por mantener las posibles diferencias y tiranteces fuera de la cancha y, dentro de ella, hacernos disfrutar como sólo tú sabías.
Tu banda te echa de menos, y nosotros también.