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Pep Guardiola hace promesas de verano

“Saben aquel que diu, que van un alemán y un català, y entren a un bar…” diría un famoso humorista que comentaba que sólo se reía cuando le pagaban. Pero los chistes son sólo hipérboles de los estereotipos más arraigados en la sociedad que nos rodea. Los chistes en su grandiosa extensión aluden los rasgos de cada cultura y los exponen desde sus vulnerabilidades, dejándolos expuestos, ridículos ante sí mismos y el mundo. Los chistes son la risa que aparta al miedo. Los chistes encierran las verdades y nos hacen reflexionar. Pero dentro de ellos, se pueden ver los choques de las diferentes formas de ver la vida.

Como iba diciendo, el alemán y el catalán se sientan a hablar y hablan. Los alemanes no son nada amigos de la charlatanería propia de ‘la Boqueria, y aunque hayan aprendido el asombroso don de usarla con el mundo que los rodea lo que les encanta es ordenarlo todo, atarlo todo y tener la seguridad sobre su futuro. En contraste podríamos decir que a los catalanes y a los españoles no nos gusta tanto el planificar de manera tan metódica y, en cierta manera, obsesiva. En nuestro caso, nuestro alemán se llama Karl-Heinz Rummenigge y nuestro catalán, ¿lo adivinan? Sí. Pep Guardiola.

En lo más profundo de la educación alemana es esa -porqué no decirlo:- exasperante manía de querer atar las cosas con anticipación, y el FC Bayern München no es una excepción a esta regla. Por eso en lo más ínfimo de su ser Rummenigge quiere firmar ya el futuro. Persigue con la mirada de halcón viejo a un Pep que va tranquilo, entre jugadores y moviendo la máquina de arrollar que es el club Rekordmeister. Entre el peligroso juego de cazar y ser cazado, el doma y daca de estos dos ex-jugadores es digno de admirar. El alemán le persigue con el papel posiblemente en la mano y el bolígrafo presumiblemente en la otra, intentando hacerle entrar en razón. El catalán asiente cortés y se zafa de las súplicas imperiosas de su jefe. No quiere firmar. No quiere extender AHORA su contrato. Reforcemos ese ahora, porque ese el contrapunto de esta orquestra. Ese es la cúspide que Rummenigge debería como buen ‘anxeneta‘ colmar y transformar este ‘2 de 10 amb folre i manilles‘ en el fantástico y hermoso castillo de Neuschwanstein desde el cual reinar no sólo Baviera, sino toda Alemania y quizás Europa bajo los brillantes esquemas tácticos del técnico de Santpedor.

Pep Guardiola no es gran amante de pensar en temporadas venideras, no es amigo de las renovaciones para de aquí a dos años o para quién-sabe-cuando. No es amigo de las planificaciones de castillos en el aire y prefiere trabajar en su plantilla. Recuerdo en mi mente las imágenes de Guardiola en el Barcelona y los periodistas -encabezados quizás por el entrañable Jordi Grau– interesadísimos en saber si seguiría o no un año más. Él les estuvo dando largas, de la misma manera en la que se las da a Rummenigge y ahora a la prensa alemana. La promesa es la de verano: “en Junio nos sentaremos hablar”, promete el de Santpedor. No le entusiasma que lo distraigan con este asunto de la renovación. No quiere hablar de nada que no sea el fútbol.

Rummenigge quiere a Guardiola, no sólo por tres temporadas, quiere ese éxito inscrito en el ADN del entrenador enérgico y perfeccionista que es Pep. Está claro que la metódica rutina de un alemán queda embelesada por la pasión y el perfeccionismo catalán. Esto son culturas, esto es como el chiste de “un alemán y un catalán que entran en un bar…”.

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