Si algo es importante para los equipos de fútbol, por no decir básico, es tener la espalda bien cubierta, para que cuando la suerte no te acompañe (lesiones, sanciones u otros) el entrenador disponga de alternativas de nivel. Poder rotar, variar de esquema y llegar fresco a final de temporada es una bendición para cualquier técnico.
El actual PSG es un claro – probablemente, uno de los mejores – ejemplo de ello. Consciente de los beneficios que le puede aportar, lleva años construyendo con criterio un proyecto sólido a base de talonario. Justamente por ello, el jeque Nasser Al-Khelaifi no escatimó en gastos el pasado verano y contrató a Trapp, Aurier (de forma definitiva), Kurzawa, Stambouli y Di María para elevar la competencia y, consecuentemente, sacar lo mejor de los futbolistas.
Con el objetivo, entre ceja y ceja, de ganarlo todo, el PSG arrancó, de esta forma, la temporada con una plantilla amplía, experimentada y llena de recursos. Gracias a ello, por ejemplo, Laurent Blanc puede rotar y variar de esquema (4-3-3/ 4-4-2) cuando le plazca, puesto que sabe que aquellos que van a jugar rendirán al máximo nivel. En condiciones normales, si las lesiones respetan al equipo capitalino, el técnico francés puede sacar su once de gala (Trapp; Aurier, Silva, Luiz, Kurzawa; Motta, Verratti, Matuidi; Cavani, Ibra y Di María) y, aun así, quedarse en el banquillo a jugadores de primer nivel como Marquinhos, Pastore, Lucas o Lavezzi, sin contar los Sirigu, Van der Wiel, Maxwell, Rabiot y Stambouli que también suponen recambios de garantías. Si a ello le sumas jóvenes con ganas de comerse el mundo como Kimpembe, Sabaly, Augustin y Ongenda, al PSG le queda un fondo de armario completo, equilibrado y, sobre todo, útil.
Esto, por ejemplo, contrasta fuertemente con lo que le está ocurriendo actualmente al Barça, uno de los principales rivales del PSG en la Liga de Campeones, que está padeciendo las consecuencias de una mala planificación: la sanción de la FIFA y las lesiones obligarán a Luis Enrique a tirar de gente de la casa en alguna que otra ocasión, con el riesgo de que los jóvenes no den la talla. Y es que más allá del equipo teóricamente titular, el Barça cuenta con un banquillo formado por Adriano, Mathieu o Roberto, entre otros. En otras palabras, hasta enero, cuando se incorporen Aleix y Arda, Luis Enrique dispondrá de un banquillo falto de talento y experiencia.
En general, por tanto, exceptuando casos excepcionales como el del propio Barça la temporada pasada, que apenas tuvo lesionados, está demostrado que tener o no jugadores de nivel en el banquillo puede ser determinante en el devenir de un equipo. En París, por ello, están ilusionados y creen, una vez más, que esta temporada pueden ganarlo todo. Lo comprobaremos con el tiempo.