La etapa de Javier
Calleja en el banquillo del Villarreal ha terminado. La afición amarilla pedía
a gritos la destitución del técnico madrileño, que hizo cuanto pudo para
devolver al Submarino a flote, sin ningún éxito.
La estabilidad de un
club que apuesta por la continuidad de sus entrenadores se tambalea desde la
marcha de Marcelino. Escribá apenas duró un año, pese a clasificar de nuevo al
equipo para Europa League. Misma situación ha vivido Calleja, que consiguió reconducir
la situación la temporada pasada pero que se ha hundido totalmente en la
presente. El Villarreal, con aspiraciones de acabar como mínimo en la sexta
posición, se encuentra 17º a tres puntos de la zona de descenso (y podría
meterse si gana el Athletic al Girona en el partido que cierra la jornada) y a
ocho de Europa. Son siete menos que la
campaña anterior a estas alturas.
No son solo los
resultados, que son nefastos. También las sensaciones. El Villarreal ha ganado
tres partidos en la presente Liga: Un 0-1 en Leganés en uno de los peores
partidos de la temporada, un 0-3 en San Mamés que para nada refleja lo que se
vio en el campo, y un 2-1 al Betis que se logró pidiendo la hora (la
única victoria en casa). A ello hay que sumar un bagaje pobre en su grupo en la
Europa League, muy asequible, en el que todavía no ha conseguido la
clasificación para dieciseisavos con una jornada por delante y solo ha firmado
una victoria (además de cuatro empates). En Copa, tras la frustración de la ida
(se ganaba 1-3 y el partido acabó 3-3), el Villarreal sorprendió con un 8-0
histórico ante el Almería, un espejismo en cuatro meses fatales.
No solo las críticas van
hacia Calleja, hombre de la casa que ha buscado mil soluciones a la crisis sin
encontrar ninguna. La dirección deportiva invirtió 68 millones el pasado verano
en confeccionar la plantilla. Con 45 de ellos se fichó a tres delanteros con
gol: Gerard Moreno, Ekambi y Bacca. El primero no ha mostrado la versión a la
que nos tenía acostumbrados en el Espanyol, el segundo ha alternado grandes
actuaciones (le metió cuatro al Almería) con fallos clamorosos, y el tercero ha
acusado las lesiones, aunque se está ganando la titularidad a pulso en los
últimos partidos.
Pedraza, Cáseres (casi
un mes de baja), Cazorla, Layún y Funes Mori fueron los fichajes restantes. El
último, el único que se hizo en defensa. Un central por el que se pagó nueve
millones al Everton y que ha rendido algo mejor en el centro del campo que por
sus actuaciones en la zaga, una de las mayores fragilidades del Submarino en el
presente curso (y en el pasado) y que la dirección deportiva no ha gestionado
bien, así como la llegada de un sustituto para Samu Castillejo, uno de los
mejores jugadores en la 17-18 y que se marchó a Milán dos semanas antes del
cierre de mercado. La aparición de Samu Chukwueze (otro invento de Calleja) ha
contrarrestado su ausencia a base de desparpajo, tal como lo hizo Raba. Pero
ninguno de los dos puede asumir responsabilidades.
La pérdida de Rodri ha
sido otra de las claves del desplome amarillo, sin timón en el centro del campo
por primera vez en muchos años. Bruno sigue recuperándose (ya lleva más de año
y medio) y Cáseres, entre lesión y lesión, ha dejado impronta, pero tampoco se
le puede pedir mucho a un jugador de 21 años que vive su primera experiencia en
el fútbol europeo. En la medular alternaron Funes Mori, Layún o Iturra
(prácticamente inédito), además del joven Morlanes, para acompañar a un
Trigueros irreconocible.
En definitiva. Calleja
llegó al banquillo el 25 de septiembre de 2017. Firmó el mejor inicio de un
entrenador del Villarreal con Bakambu como máximo exponente. Perdió a su
jugador franquicia en enero (se fue a China) y le trajeron en su lugar un
delantero sin experiencia en Europa, lesionado y sin llegar a un nivel óptimo
de forma en toda la segunda vuelta, además de un internacional de Arabia Saudí
por un convenio de la Liga. ¿El resultado? El Villarreal acusó la falta de gol
durante el tramo decisivo del campeonato, y fue eliminado de Copa y Europa League
a las primeras de cambio.
Calleja consiguió salvar
la temporada clasificando al Submarino en quinta posición, pero sin brillar en
el juego. Llega verano, y los fichajes en ataque son ilusionantes, pero el
Villarreal pierde al motor del equipo y a su jugador más desequilibrante. En
lugar del primero, un jugador sin experiencia en Europa. En lugar del segundo,
nadie. El bajón de nivel en jugadores clave como Gerard Moreno, Trigueros o
Mario Gaspar, unido a las lesiones y la falta de concentración en determinados
partidos, ha llevado al Villarreal a luchar por la permanencia en lugar de por
Europa, donde figuran equipos como el Levante y el Alavés. La situación la ha
pagado Calleja, pero este problema es cosa de todos. Aún hay tiempo para
solucionarlo.
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