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Osasuna y un 2016 de montaña rusa

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La victoria ante el Granada y consiguiente pase a octavos de la Copa del Rey cierra un 2016 convulso para Osasuna. El equipo ha recorrido un trayecto subido en una auténtica montaña rusa y en tan solo doce meses ha experimentado tantas sensaciones que ahora, excesivamente agitado, no sabe en qué punto terminará el viaje.

El 19 de diciembre de 2015 Osasuna se llevaba los tres puntos de Los Pajaritos al vencer al Numancia (1-3), en Segunda División. Los goles fueron de Aitor Buñuel y Unai García, dos canteranos ahora alejados del once titular, y de Pucko, que ya no está en el equipo. Un año después, Berenguer, salido de Tajonar, y Jaime Romero, llegado en verano, fueron los encargados de remontar en Copa del Rey ante un equipo de Primera, como Osasuna. Un ascenso inesperado, un proyecto que quizá nunca existió y una realidad que ha pesado más que los sueños vuelven a cambiar a Osasuna.

El equipo rojillo se las prometía muy felices en su vuelta a la élite, un hecho que fue una sorpresa para todos, incluso dentro del propio club como llegó a asegurar el entonces técnico Enrique Martín Monreal. Sin embargo, cinco meses después la situación deportiva ha dado un giro de 180 grados: sin una -supuesta- buena planificación de la plantilla, ya sin el mismo técnico y con sensaciones de olvidar Tajonar de nuevo, Osasuna llega a las vacaciones de Navidad con mucho que pensar, mucho que pedir y, sobre todo, mucho que mejorar y transformar.

De septiembre a diciembre de 2016 no son los siete puntos de 48 posibles, ni una única victoria en Liga, sino la impresión que deja sobre el terreno de juego. Jornada tras jornada Osasuna ha evidenciado una falta de competitividad y los malos resultados no ayudaban a impulsar al equipo. Un conjunto que deja de creer en algo positivo cuando a los seis minutos ya pierde, que se vacia en el campo, que pone actitud pero carece, a día de hoy, de aptitud. La llegada de Caparrós no ha mejorado ningún número, Osasuna ha continuado por el mismo camino y ahora está a la espera de que se abra el mercado de invierno para reforzar a un equipo que, de por sí, parece que ni se reconoce. 

Sergio León, uno de los once fichajes del club, se ha convertido en la mayor alegría para el osasunismo en los últimos meses del año. En diciembre muchos aficionados ya no creen en la salvación y piensan que hasta mayo hay que apostar por dar minutos a los de Tajonar y por un proyecto que crea fiel y firmemente en la cantera. Lo cierto es que la salvación está a cinco puntos -Osasuna tiene siete y el Valencia y Sporting, doce- y el próximo encuentro enfrentará a rojillos y a chés -cuartos si empezamos a contar la parte baja de la clasificación-. Ambos equipos vienen de ganar en Copa, un alivio después de que en la competición liguera solo generen dudas.

El fútbol es un estado de ánimo y aunque el club esté inmerso en la un pozo sin fondo, cerrar el año con victoria puede suponer colocar la primera piedra en un nuevo camino, el que, consciente de cuál es el verdadero Osasuna, mantenga al equipo en Primera División.

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