Siendo honestos no esperábamos un botín lleno de medallas a la vuelta de la capital inglesa. Ni siquiera un par de ellas entraban en nuestros planes. Quizás una, con suerte, hubiese podido caer. Incluso soñábamos con un oro de Orlando Ortega, aunque hasta ese punto llegábamos tan solo en noches de profundo insomnio.
Siendo aún más honestos, la selección de atletismo no presentaba demasiados miembros capaces de dar batalla por las preseas más allá del vallista de origen cubano. Ni nuestra Ruth Beitia, una de las deportistas más grandes que ha dado España, era candidata. No llegaba en la mejor forma y los años pasan factura, aunque hace tan solo uno demostrase que la edad es una cifra moldeable (hasta cierto punto) al levantar el oro olímpico en Río.
Tenemos jóvenes prometedores en los que hay depositadas muchas esperanzas, pero todavía no es su turno para pasar a la acción. Quizás en los próximos campeonatos mundiales demos un paso más allá en el Decatlón masculino, o veamos parar el crono por debajo del 45 a los chicos del 400. Puede que hasta en 1500 volvamos a ser una amenaza dentro del «pelotón». Puede que la marcha conquiste otro oro. Puede que Bruno Hortelano vuelva para emocionarnos una vez más (algo que espero profundamente). Puede que Ana Peleteiro salte un poco más para pelear por las medallas. Puede que sí, seguramente alguna de estas premisas se haga realidad….pero ahora mismo la situación es que otro mundial más nos vamos con la sensación de que estamos muy lejos de estar ahí, entre los mejores, ni siquiera cerca de ellos.
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