Tras una ceremonia que ya ha marcado la diferencia por ser la primera que se celebra al aire libre en un paisaje tan cautivador como el del rio Sena y con un pebetero en las alturas, los Juegos Olímpicos de París quedan oficialmente inaugurados. Uno de los países que recibe más turistas albergará, desde hoy, el evento deportivo global de más envergadura; reuniendo a más de 10.000 deportistas. La ciudad del amor, que provoca un flechazo tras otro. Cuna del romanticismo. La Torre Eiffel como icono, la ‘vie en rose’, la ruta de los escenarios de Amélie, los macarons de colores, el muro de Montmartre con la expresión ‘Te quiero’ escrita en más de 300 idiomas. La espera de tres años llega a su fin; las calles y la luz de París volverán a poner en escena las gestas de los atletas.
París también será testigo del factor común que comparten todos sus participantes: el esfuerzo diario. Porque los focos que ahora les alumbran ponen en valor la dedicación de años de preparación mientras la vida, con sus más y sus menos, pasa por delante de sus ojos. Llegar y poner un pie en la alfombra del olimpismo ya es una recompensa y un reconocimiento a su entrega. Un sueño cumplido, que dista del optimismo de Mr. Wonderful y es una realidad. Llegar a los Juegos Olímpicos es el deseo de cualquier deportista.
En París, volveremos a emocionarnos con una narración que describa un récord del mundo o con las lágrimas de aquel deportista que se rompe en el podio. Con una zancada imposible, una brazada infinita o un pase de fantasía. En París estarán los que viven su primera vez, con el aleteo de las mariposas en el estómago. También los que saben que ésta será la última. Los que viven en un profundo ‘Carpe Diem’. Las mamás, que buscarán en las gradas la complicidad de una sonrisa que lo significa todo. En París estarán las frustraciones y su aprendizaje, y la indescriptible sensación de colgarse un metal. En París estarán las que ponen una primera piedra y las que han fabricado un legado imborrable. En París se contarán historias que nunca vamos a olvidar y que rememoraremos de nuevo en este bello déjà-vu que nos conceden cada cuatro años.
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