Admirador del ciclismo desde bien pequeño, siempre busqué entre todos aquellos superhéroes, los más osados
Capaces de cabalgar horas y horas a lomos de ese caballo metálico sin motor llamado bicicleta, ante cualquier condición meteorológica, durante horas y horas, por muy adversa que fuese, dándole impulso con sus piernas, y si hacía falta los riñones, aquellos hombres se forjaban a base de sudor y más sudor. Eran bestias de la carretera, con la única arma de su inagotable tesón, y aunque de vez en cuando la sombra del dopaje se cernía sobre el pelotón, sus pedaladas en las cimas más inhóspitas del planeta nos devolvían ese halo de esperanza en los imposibles.
Pero aunque hable en pasado, todo lo dicho aquí, se aplica sin problemas al pelotón internacional de hoy en día, que circula por medio planeta dando espectáculo, y donde entre todos los nombres del mismo, una leyenda vive días complicados, sin dejar por ello de renunciar a la valentía que le llevó a conquistar la cima. Su nombre no es otro que Alberto Contador.
El verano de 2016 toca a su fin, septiembre comienza, y con el la tercera grande del ciclismo mundial, la Vuelta a España, llega a los momentos decisivos, esos aptos solo para los elegidos a comandar la tabla en la presente edición.
La etapa reina había dejado un claro duelo por liderar la general entre Nairo Quintana y Chris Froome, dejando como posible y remota alternativa a un combativo Chaves. Por el contrario, Contador, seguía perdiendo tiempo, alejándose con ello su posibilidad de entrar en el podium, y mucho más de ganar su octava grande.
Parecía que ya no le quedaba más que esperar al final, y entonces preparar el asalto para la próxima campaña. Pero no, Contador está hecho de otro material, es de otra pasta, no entiende otra cosa que no sea la de morir de pie, de pie sobre su bicicleta, exprimiendo hasta el último gramo de posibilidad, pasando por encima de la lógica si hace falta.
Llegaba una nueva etapa de montaña, corta pero con tres puertos que no permitían reservar fuerzas. Se preveía una etapa dura, pero sin demasiadas diferencias entre los gallos del corral, sin embargo nada más comenzar, Contador no podía estarse quieto, su corazón le gritaba lánzate, mientras la cabeza le pedía reposo, quedaban muchos días y kilómetros por delante, y sin hacer caso a lo segundo, puso la etapa patas arriba con un ataque a la vieja usanza, desde atrás, con todo por decidir, pero sin nada seguro.
Alberto buscaba llevarse la vuelta para Pinto, y se la jugó. Por suerte para él, aunque perjudicando con ello su deseo de asaltar el primer puesto, se colaba en el grupo cabecero Nairo con dos Movistar más, que fueron de fundamental ayuda en el devenir de la prueba.
Por delante tiraron con todo para dejar una buena ventaja en la última subida, mientras por detrás, Froome, gracias a una gran estrategia de Movistar, se quedaba prácticamente solo, dejando su suerte a manos de David López y del Orica de Chaves.
Las distancias rondaron los dos minutos en la mayor parte del trayecto, y una vez llegada la subida final, fue Nairo el encargado de rematar la faena en cabeza, seguido tan solo por un astuto Gianluca Brambilla que le arrebató la victoria al sprint. Pero sobre todo, en lo que concierne a nuestro protagonista en estos párrafos, el madrileño Alberto Contador, recortó más de un minuto a sus principales adversarios en la pelea por hacerse con alguno de los escalones en Madrid.
Su objetivo estaba cerca, y tras una buena contrarreloj en la antepenúltima etapa, parecía acariciarlo, sin embargo Chaves, imitando la estrategia empleada por Contador días atrás, atacó a 50 Km de meta, para quedarse con la tercera plaza del podium. Se quedaba fuera del mismo un mito que no pasa por sus mejores años sobre una bicicleta.
Con dos tours a sus espaldas, dos giros, y tres vueltas, la pedalada suelta y ágil del madrileño fue decisiva en aquellos años de gloria. No tenia rival, era dominador absoluto. Sus pistolas disparaban primero y preguntaban después en cada puerto, en cada crono, para ser recargadas bien en la capital española, de visita por Italia, o frente a los campos elíseos. No importaba el lugar ni la vuelta, si Contador estaba presente, siempre llevaba puesto el cartel de máximo favorito.
Era dominador, y conocedor de las fases que se viven en una carrera de tres semanas a la perfección, administrando sus esfuerzos según la situación de la misma, y dejando claro que era el rey del pelotón. Cuando tenía que conservar conservaba, y lo hacía de forma increíble, pero cuando tenía que atacar….cuando tenía que atacar era cuando solo te quedaba rendirte a su poderío y esperar que le fallaran las fuerzas.
Su manera de entender el ciclismo, jugando con todas sus cartas encima de la mesa desde el comienzo en las situaciones que lo requerían, y buscando siempre ofrecer un bonito recuerdo a los aficionados en las duras rampas que van desde los pirineos a los alpes, le han granjeado una fama que no se borrará de la historia ciclista, una fama y un nombre, al que Contador sigue ligando hazañas y momentos mágicos como el ofrecido en esta Vuelta.
No estará en su mejor momento, quizás este nunca vuelva, pero que no se marche, que no se vaya nunca, por que cuando lo haga no volveremos a ver sus exhibiciones, esos esfuerzos sobrenaturales que nos regala en la montaña, y entonces realmente nos daremos cuenta, si no lo hemos hecho ya, de que se marcharía uno de los más grandes de la historia. Por fortuna le quedan un par de balas en sus pistolas, y piensa aprovecharlas. No lo duden, Contador volverá en 2017 para ofrecer batalla de nuevo