Siempre he querido ser futbolista. Supongo que muchos de los que estudiaron periodismo para especializarse en deportes soñaron en algún momento con serlo. También sé de sobras que hay cientos de miles de personas que hubieran querido serlo, a pesar de no conseguirlo. También están aquellos que mantienen la pasión, que juegan siempre que pueden porque es lo que más les gusta. Por estas razones, siempre me han entristecido aquellos casos donde, teniendo todo el talento del mundo, se echa a perder.
Casos de futbolistas que se torcieron hay cientos. Muchos de ellos son inmensamente conocidos. Pero, a pesar de saber que ocurre en multitud de ocasiones, acaba ocurriendo. Un caso actual podría ser el de Mario Balotelli, jugador con un talento enorme, pero al que pierde su cabeza. Parece que su mala experiencia en el Liverpool le ha hecho abrir un poco los ojos y se está centrando en el fútbol y el Niza. Quizá lo que necesitaba era ser el absoluto protagonista del equipo.
Balotelli, Liverpool, fracaso | Getty
El caso más conocido por los amantes del fútbol es el de Paul Gascoigne. Sus desórdenes emocionales y sus problemas con la bebida dieron al traste con uno de los mayores talentos que ha dado el fútbol inglés. Si con todos los problemas que le envolvieron dio muestras de una calidad bárbara, qué habría sido de él sin esos problemas con la bebida. Posteriormente a su carrera deportiva, ha continuado luchando contra su adicción a la bebida, aunque en verano aparecieron unas imágenes filtradas por el diario The Sun que distaban mucho de mostrar una mejoría.
Otro caso llamativo que siempre me viene a la cabeza es el de Adriano Leite. Un jugador con unas características técnicas y físicas que lo convertían en el ‘9’ más temido de la Serie A italiana. Un delantero llamado a coger el testigo en el Inter de Milan de todo un Ronaldo Nazario. Palabras mayores. Un suceso desafortunado, la muerte de su padre, le sumió en una depresión de la que jamás saldría. El resto, la mayoría ya lo conocen. Fiestas, problemas extradeportivos y polémicas varias, que le fueron llevando de un equipo a otro hasta que, a día de hoy, lo último que se sabe es que vive en una favela de Brasil, escoltado por una banda armada.
Pero hay muchos más casos. Andy Van der Meyde, por ejemplo. Un extremo holandés al que todos calificaban como un jugador capaz de superar a Marc Overmars. E incluso a Johnny Rep decían algunos. Con 18 años se hizo un puesto de titular en el Ajax de jugadores como Sneijder, Van der Vaart o Ibrahimovic, entre otros. Tras el doblete del conjunto holandés en el 2002, comenzó la mala vida de Van der Meyde. A pesar de ello, el Inter de Milan decidió comprarlo a cambio de 13 millones de euros. Pero en Italia esta mala vida se acrecentó, enganchándose a la bebida, a las drogas y a la compra compulsiva. El Everton de Moyes pensó que podría recuperarlo y le dieron una nueva oportunidad, ofreciéndole más dinero del que ganaba en Milán. 4 temporadas en el club de Londres, para 24 partidos jugados son su balance.
Andy van der Meyde, Inter | Getty
Estos tres ejemplos solo son eso, tres ejemplos de jugadores que, pese a su talento, se echaron a perder. Pero podríamos seguir con el caso de Anderson Luis de Abreu, ganador del Golden Boy en 2008. Después de su primera temporada en el Manchester United, donde ganó Premier y Champions, entró en una decadencia de la que no salió. Actualmente, a sus 28 años, juega para el Internacional de Porto Alegre. El caso es que estos jugadores no solo entristecen a muchos como a mí, sino que algunos llegan a casi odiarlos. Por aquello de: si yo tuviera esa oportunidad…
Y es que, parafraseando la ya mítica frase de Ben Parker en Spiderman: “un gran poder, conlleva una gran responsabilidad”. Ser un futbolista de élite tiene una carga detrás, una presión. Porque a nivel emocional, muchos aficionados reflejan sueños y sentimientos en aquellos jugadores que pueden hacer lo que ellos no pudieron. Los admiran por poder hacerlo. No es una carga fácil de llevar y muchas veces no se tiene en cuenta. No se suele pensar de esa forma. Muchos de estos jugadores sucumben ante ella, olvidando que se dedicaban a esto porque amaban este deporte. Aquel que les ha dado tanto. Y eso, a muchos, nos duele. Porque no nos gusta ver desaprovechado el talento.