Newcastle es un sitio extraño para todo el que no es de allí. Su acento es tan pronunciado que se hace casi ininteligible para aquellos que son de otra parte del país y por eso la ciudad se conoce como el Toon (forma en la que ellos tienen de pronunciar Town). Se podría decir, incluso, que tienen su propio dialecto. La gente de la ciudad del nordeste de Inglaterra es acogedora y hogareña para con los suyos, pero se muestra distante de aquellos que son de fuera. Una familia cerrada. Se hacen llamar Geordies. Pero cuando uno se acomoda a la cultura de la ciudad, que respira industria y fútbol por los cuatro costados, sea de la parte del mundo de la que sea, queda bautizado como hijo del Toon, como Geordie. Y una vez uno es un Geordie, lo es para toda la vida.
En Newcastle históricamente se odia al español, por defecto. Casi como por costumbre. Esta aversión tiene su origen en el fútbol, que allí todo lo mueve, cuya afición es quizás la más pasional del país y no entiende la vida sin esas rayas negras y blancas que llevan sus urracas. La afamada Army Toon. Y es que en la temporada 1999 el Newcastle desmbolsó 10 millones de euros en Marcelino Elena, central del Mallorca que fue uno de los fichajes más caros de la historia del club. Elena aparece hoy en las estadísticas como uno de los peores fichajes de la Premier.
Pero a la afición del Newcastle siempre le marcó aquel central español, al que consideran en su revista True Faith como el peor jugador de la historia del club. Su entonces editor, Michael Martin, declaraba hace más de una década a los medios nacionales británicos que Elena era «el peor fichaje en la historia del Newcastle de lejos. Es el único jugador del United que ha sido abucheado al entrar al campo. Hay una completa falta de respeto hacia él como hombre y como futbolista«. Marcelino, por su parte, no dudaba en despreciar al equipo. Tanto, que cuando abandonó el club, dijo que «tiraba de la cadena» y se olvidaba.
Cómo sería la relación entre todo lo que envuelve al Newcastle y al jugador, que incluso Sir Bobby Robson se atrevió a cargar contra él. «Se cree que los dolores musculares tras el entrenamiento son problemas físicos graves, pero es un agotamiento que todo el mundo sufre», señalaba el técnico, en referencia a las agujetas post-entrenamiento de las que el defensa hacía un mundo. La prensa británica publicó que estaba fingiendo estar lesionado para salir del club y eso fue algo que nunca se perdonó. Marcelino salió del Newcastle tras cuatro temporadas, jugando solo 17 partidos con el primer equipo, y siendo increpado por la afición como un «jodido ladrón español que solo roba dinero al club».
El central asturiano Marcelino Elena fue el primer jugador español que vistió la camiseta del Newcastle y el segundo, Albert Luque, no pudo mejorar la opinión del primero. Otrora estrella en el SuperDepor, el delantero estuvo dos cursos en el Newcastle y pasó con más pena que gloria, hundido en una lesión tras otra y marcando apenas tres goles. Fue el tercero José Enrique y el único que pudo calmar un poco el odio que se tenía en Newcastle al español. El lateral, considerado uno de los jugadores más profesionales y con mejor rendimiento de la época reciente de los magpies, estaba lavando la cara del producto español cuando un nuevo mal irreversible apareció: Xisco.
Xisco había firmado con el Newcastle antes de terminar la temporada y cuando esta terminó, el Newcastle había perdido la categoría de manera imprevisible. El delantero, que no quería jugar en Segunda, fingió lesiones durante la pretemporada para salir del club y la aversión y el odio volvió. Newcastle, como equipo, como ciudad, como fútbol y como cultura odiaba al español. Le consideraba vago, aprovechado, ladrón y mentiroso.
Habían sido cuatro los españoles en la historia del club, dos de ellos habían obrado muy mal, uno había juntado la mala suerte con un bajón de rendimiento y al otro no le daba para sostener el pensamiento sobre sus compatriotas. Por eso, cuando un imberbe Ayoze Pérez decidió firmar por el club hace ya tres temporadas, saltaron todas las alarmas. Por unas cosas o por otras, estaba claro no iba a triunfar. Apoyo, de primeras, no iba a tener. Pero el tinerfeño, cual hormiguita, fue trabajando y ganándose a una Army Toon que mataría por los suyos, por sus Geordies. Y Ayoze, al menos de momento, no es uno de ellos, pero se le parece. Bastante.
Y luego llegó Rafa Benítez, y en su afán por españolizar equipos, lo ha conseguido poco a poco. Y si no fuera por él, técnico idolatrado por la afición, hoy Newcastle, posiblemente, seguiría odiando a los españoles. Porque Jesús Gámez, sexto español en la historia del Newcastle, habría sido recibido a pedradas en otra época. Pero ahora, pese a no jugar demasiado, es uno más de la plantilla. De hecho, a su llegada, las coñas entre la afición no pudieron ser mejores: #JesúsIsAGeordie. Y esta temporada Benítez ha vuelto a utilizar la fórmula que le funcionó en Liverpool y en el Nápoles (sin contar Valencia y Real Madrid) y que tanto éxito le dio: llenar su plantilla de españoles.
Por eso han llegado Javier Manquillo, Mikel Merino y ahora Joselu. Y por eso el Newcastle tiene cinco jugadores españoles en su plantilla (en toda su historia ha tenido nueve), además de sonar alguno más para reforzar el equipo como Adrián San Miguel o Lucas Pérez. Es el segundo equipo con más jugadores españoles de la llamada Spanish Premier solo superado por el Chelsea (Azpilicueta, Alonso, Cesc, Pedro, Diego Costa [más fuera que dentro] y Morata). Y por eso, el español, hace cinco años odiado, hoy es un producto válido porque es ‘un chico de Benítez’. No hay una nacionalidad en el Newcastle, ni la inglesa, que supere en cuantía a la española.
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El tiempo dirá si Mikel Merino funciona, si Joselu mete goles y si Manquillo se ha convertido en lo que prometía hace años. Si Ayoze deja de ser un proyecto y si Gámez es igual de válido en Inglaterra de lo que lo fue durante toda su carrera en España. O si por el contrario, el aficionado del Toon tendrá razón en su histórica cruzada con el español. Lo que es cierto es que Benítez, con la misma fórmula, consiguió el éxito allá donde fue. Y Newcastle necesita el éxito. Once a Geordie, always a Geordie.
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