¿Dónde está el límite de la moralidad? ¿Por qué un dinero es mejor que otro? Son algunas de las preguntas que se hacen hoy los aficionados del Newcastle, que están en un sinvivir desde que hace 13 años un empresario les robara el que era el club de su vida y a los que cualquier boca del lobo les parecería mucho mejor que seguir en las garras de Mike Ashley. En este caso, más vale lo malo por conocer, que lo malo ya conocido.
Mike Ashley, aún dueño del Newcastle, aunque parece que no por mucho tiempo, se hizo con el club del noreste de Inglaterra en 2007 por una cantidad algo superior a los 100 millones de libras. Una cifra que va a ver triplicada cuando la venta del Newcastle se haga efectiva. Es una operación que aún está por ver, aunque cada vez parece más cercana. Y es que Ashley, un magnate de dudosa moralidad que ha sacado lo peor de sí para enriquecerse en estos tiempos de coronavirus (siendo dueño de Sport Direct, la cadena deportiva más importante de Reino Unido, se negó a cerrar sus tiendas pese a la orden del gobierno y de un día para otro duplicó el precio de todos los productos para entrenar en casa), ha estado cerca de desembarcar del club en demasiadas ocasiones.
Se cuentan en, al menos, una decena de veces las que el empresario ha puesto el club a la venta y tantas otras las que se ha echado atrás en el último momento. La última, el pasado verano, con el mismo comprador que hoy parece dispuesto a hacerse de una vez por todas con el equipo del Toon (palabra usada por los habitantes de Newcastle para referirse a la ciudad). La gestión de Mike Ashley en el Newcastle ha sido entre pobre y bochornosa a nivel deportivo. En los 13 años previos a su llegada, el Newcastle promediaba, por puntos y resultados, la cuarta posición en la Premier League, donde incluso en un par de temporadas llegó a ser subcampeón por detrás del United de Sir Alex Ferguson. De hecho, a esa generación de los Shearer, Ginola y Speed se la considera como la del mejor equipo que nunca ganó una Premier League. Era un club del Big Four. En cambio, en los 13 años bajo el puño de Mike Ashley, el Newcastle ha sido una verbena. Dos descensos a Championship y todas las campañas en la máxima categoría luchando por evitarlo (salvo una, en la que el club terminó en quinta posición).
Newcastle siempre ha sido una de las ciudades más ricas del país. Y el club, en consonancia, siempre ha tenido un poder adquisitivo alto. Por eso, el equipo se trata de un yacimiento al que no se le ha sacado todo su esplendor. Es una entidad con un potencial enorme y con la masa de aficionados más fiel del país, pero absolutamente aletargado y sometido bajo el mandato de quien lo ha saqueado hasta el último día. Por eso, el aficionado del Newcastle vendería su alma al diablo con tal de cambiar su destino, aunque este pueda ser todavía peor.
Así las cosas, y a falta sólo de que la Premier League apruebe los papeles enviados por el nuevo comprador, el Fondo de Inversión de la Península Arábica (PIF) será el nuevo dueño del Newcastle de aquí en adelante. Su cabeza visible será Yasir Al-Rumayyan, aunque todo hace indicar que quien manejará los hilos en la sombra será Mohamed Bin Salman, el Príncipe Heredero de Arabia Saudí y quien lleva la voz cantante en el juego de tronos que es la propia península, con conflictos de intereses por cada rincón. La fortuna del PIF está cifrada en 368 mil millones de euros que, para hacerse una idea, están bastante lejos de los 27 mil millones de euros que tiene el presidente del Manchester City, hasta la fecha el dueño con el poder adquisitivo más amplio. Hablando mal y pronto, el nuevo propietario del Newcastle tendrá diez veces más dinero que el de los Citizen.
Esto no implica, de todos modos, que el Newcastle pueda usar todo el potencial que quiera. Ahora que FIFA y UEFA parecen perseguir en mayor medida las inyecciones económicas sin un colchón gracias al Fair Play Financiero. No obstante, tampoco hay que dudar que, si el Newcastle quiere, se le permitirán ciertas licencias en los primeros años y veremos hasta dónde llegan esas influencias, porque un pez mucho más grande ha entrado ahora en la pecera. Parece que Bin Salman no juega a perder y que quiere entrar con fuerza en el fútbol. Newcastle es un equipo atractivo, más allá del sueldo que se les pueda brindar a los jugadores, aunque no jugar competición europea le resta enteros a la hora de firmar primeras espadas desde el principio. Lo lógico es pensar en un proyecto más cercano al del Manchester City, que tardó varios años en asentarse, fichando cada vez jugadores mejores, que en un Chelsea al que Abramovich llegó cuando el equipo ya iba a jugar en Champions League.
La imagen de Bin Salman está fuertemente dañada en el panorama global. Acusado como el principal instigador del asesinato del periodista Yamal Kashoggi y ‘dueño’ de un país que no respeta en absoluto los derechos humanos, hay quien se ha opuesto de manera rotunda a su entrada en el mundo del fútbol, argumentando que va a tratar de hacer un lavado de imagen absoluto a las barbaries que se cometen en el país a través del deporte que más mueve al mundo con un dinero que proviene del petróleo.
Y esas afirmaciones, que no se pueden evitar tomar como posiblemente ciertas, confrontan con un mundo que no duda en poner la mano en este tipo de situaciones cuando hay dinero e intereses de por medio. Los derechos humanos en Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudi y Qatar van prácticamente de la mano. En cambio, en los últimos años, la entrada de estos tres países en el deporte en general, y en el fútbol en particular, a base de dinero ha provocado que el buenismo siempre mire para otro lado, y es lo que sucederá en cuanto el Newcastle cambie de dueños. ¿No organizó Arabia Saudí la Supercopa de España (y durante años, también la de Italia) con el Príncipe como cara visible? ¿No firmó LaLiga un acuerdo con ellos en la 2017-2018 para que los mejores jugadores del país recalaran en clubes españoles? ¿No reciben o han recibido el Real Madrid, Milan, Roma, Bayern Münich, PSG, Manchester City, Barcelona o Arsenal, entre otros, inyecciones económicas de alguno de los tres países por medio de patrocinios? ¿No son los dueños del PSG, Málaga o Manchester City de una posición similar a la de Bin Salman? ¿No ha sido el último Mundial de Atletismo en una Qatar que va a acoger el próximo Mundial de Fútbol? ¿Por qué nunca nadie se ha opuesto con tanta contundencia a la entrada de un jeque en el mundo del fútbol como sucede ahora con la compra del Newcastle? ¿Es el miedo de que un nuevo peón aún más poderoso vaya a apoderarse de parte del pastel?
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