Los clubes estado. Abro melón: es difícil que pueda llegar a gustarle a alguien. Sin embargo, ahí estamos, permitiendo que países que vulneran derechos fundamentales quemen su porción de karma cumpliendo nuestros sueños de niño. Es así, da la sensación de que hay una parte de nosotros que se regocija en agarrar una entidad en apuros para hacerla grande. Echar a entrenadores, jugadores y cambiar el escudo -hasta esto ya se puede en los modos carrera de nuestros videojuegos- y convertirse en una leyenda cuando ganas la Champions league por novena vez consecutiva. Todos tenemos el síndrome del director deportivo.
El balompié inglés, tan cosmopolita y abierto, tan a favor de sus comunidades, sigue aceptando inversiones extranjeras. Luego ocurre lo que ocurre: aparece la Superliga y esas aficiones se dan cuenta de que solo cuentan para pagar la cuota para ir al estadio. No tienen ningún poder. Hubo alguno, cuando los gerifaltes pensaron que era una brillante idea crear una competición para ellos solos, que reclamó que los clubes arroparan la idea del 50+1: un sistema que funciona en Alemania y que da amplios poderes a los socios. Cuando hablas con actores del balompié inglés sobre ese posible cambio miran hacia otro lado. Parece difícil que acepten eso.
En Newcastle la noticia fue una explosión de alegría. La gente salió a las calles para celebrar que Mike Ashley, criticado hasta la saciedad por su manera de gestionar a los magpies, iba a desaparecer del panorama. Aunque todos sabemos lo que viene con el fondo saudí. No es el momento ni el lugar para mantener una discusión ética sobre la compra. La propia liga no permitió el curso pasado que se realizara, pero un simple cambio de papeles ha sido suficiente para decir que este año sí. Todo sea para hacer una propia Superliga ellos mismos.
El baile de nombres, en cuestión de días, ha sido imponente. De hecho, las alineaciones que han proliferado en redes sociales sobre el posible Newcastle de enero han levantado ampollas. Normal: ver a Coutinho y a Sterling de carrileros, a Icardi liderando la línea ofensiva y a Van de Beek de pivote defensivo son razones suficientes para dejar de pagar el internet. Yo creo que Steve Bruce dimitiría por el simple hecho de tener que alinear algo tan ofensivo. Si es que le da tiempo a pedir la dimisión antes de que le den puerta en St James’ Park. El destino parece escrito.
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