Ni demasiado arriba, ni demasiado abajo. Todo necesita un justo equilibrio que, a veces, es muy difícil de hallar en el mundo en el que vivimos. El deporte de élite no queda exento de ello. Aunque pueda mostrarse a la galería disfrazado y artificial, las vidas de los deportistas sostienen su propia realidad.
La sobreexigencia, la exposición, la comparación, la necesidad de una constancia en el autocuidado que a veces abandonamos o ni tan siquiera sabemos cómo llevar a cabo. Queremos correr por una cuerda floja con los ojos cerrados cuando necesitamos detenernos frente a ella para saber cómo cruzarla, dónde ponemos el pie y a qué ritmo lo hacemos.
En agosto de 2023, la FEB compartió un comunicado de Ricky Rubio donde el deportista indicaba que necesitaba parar su actividad profesional para cuidar su salud mental. Unos meses más tarde, el de Masnou pone punto y final a su etapa de la NBA rescindiendo su contrato con los Cleveland Cavaliers, con una valiente decisión que transcurre por seguir confiando en el proceso de proteger su salud. Algo que parece obvio pero que, a veces, cuesta tanto de decidir.
Que Ricky Rubio haya abandonado las prisas para recuperarse tiene un gran valor. Escuchar su cuerpo y darle la paciencia que necesita para curar todas sus heridas. A veces, nos empeñamos en poner una tirita tras otra donde no dejamos de sentir dolor y algunas necesitan una cura para que podamos existir con sus cicatrices. Vivir mejor o, simplemente, vivir como nos merecemos.
Todos conocemos su talento en la cancha. Su trabajo fuera de ella sigue siendo excepcional. En realidad, un jugador admirable se gesta cuando es un ejemplo para la sociedad. A Ricky deberíamos darle las gracias, porque hay miles de personas con heridas leyendo su mensaje, por mostrar de una manera natural la importancia de una salud mental que aún sigue siendo tratada como tabú o estigmatizada. Por su mensaje, por su viaje de introspección, por su autoconocimiento, por el orden de sus prioridades, por el valioso aprendizaje que está viviendo. Por no querer ser, simplemente, jugador de baloncesto y elegir ser Ricky Rubio. El mejor partido de su vida ya lo está ganando.