En los días posteriores a un nuevo derbi en la Champions League Cristiano acapara todas las portadas y elogios. No en vano, sus tres goles al Atlético de Madrid en el partido de ida pueden valer otra final en la más prestigiosa competición europea. Además, la vuelta del mejor Modric, la irrupción de jóvenes talentos como Asensio o Lucas y la magia de Isco resuenan en los teclados y en el pensamiento del aficionado.
Nadie habla de Kroos, o muy pocos lo hacen, en la magnitud que merece. El alemán ocupa una posición en el terreno de juego que, por sí misma, no es la que más atención acapara aunque sea igual de importante. El fútbol de Toni Kroos es tan austero como brillante gracias a ese equilibrio entre lo que el técnico le pide, el aficionado demanda y lo que él hace.
En el encuentro de ida frente al Atlético de Madrid fue el segundo jugador con mejor porcentaje de acierto en los pases (96.2%), solo por detrás de Isco (98.3%). Pero el alemán dio 44 pases más en la casi media hora más de partido que estuvo en el campo. Como pivote o interior, casi siempre a uno o dos toques, la inteligencia de Kroos para leer el juego y saber anticiparse a lo que el compañero y el equipo le pide le ha llevado a ser pieza fundamental en el esquema del Real Madrid.
En medio del debate por quién debe ocupar el centro del campo y cuál debe ser el esquema del equipo, algunos creen que el alemán podría ser prescindible en un 4-3-3 con Casemiro-Modric-Isco y la BBC arriba. Sin embargo, lo cierto es que Zidane no contempla dejar a Kroos en el banquillo, y mucho menos en los encuentros importantes, como lo son casi todos en estas alturas de temporada.
No extraña que se genere debate en torno a otras figuras, ya sea a su máximo nivel o cuando no ofrecen todo lo que deben y tienen. Pero nadie habla lo suficiente de Kroos cuando está mal -en contadas ocasiones- ni cuando está bien. Se sabe de antemano que va a cumplir. Y cumple.