Casi en el último minuto de mercado se consumó la negociación que era un secreto a voces, pero que también peligraba por la dificultad que tenía el Atlético para colocar a algún jugador en el mercado de fichajes. La salida de Thomas permitió la llegada de un Lucas Torreira que ya llevaba varios días en Madrid, que ya había conocido las instalaciones del club y que había pasado las pruebas médicas confirmando que es una bestia física. El futbolista, que hace dos cursos ya estuvo cerca de vestir de colchonero, hace al fin realidad una inquietud que tenía desde hace tiempo: jugar en el Atlético, pero además hacerlo a las órdenes de Simeone.
El técnico argentino tiene una forma de entender el fútbol muy similar a la del centrocampista charrúa. Pero además, el Atlético, en su concepto global, es un club con un arraigo uruguayo particular. Quizás por aquello de ser pocos, de estar eclipsados en un segundo escalón por sendos binomios (Real Madrid y Barcelona y Argentina y Brasil) que son potencias titánicas, el luchar con menos armas que el resto ha permitido que charrúas y rojiblancos comparan algo de ADN. Ambas afirmaciones, de dominio público para quien conozca las cuatro partes, fueron incluso argumentadas por el propio jugador en su vídeo de puesta de largo como rojiblanco.
Lucas Torreira posee una intensidad casi desmedida. Tiene incrustado en su mentalidad aquello de que el esfuerzo no se negocia y antepone siempre el grupo al triunfo personal. Y eso casa absolutamente por completo con el discurso del método (el de Simeone, no el de Descartes). Si hay algo en lo que el Atlético ha destacado en todo este ciclo exitoso ha sido en ser siempre más intenso que si rival, en correr más que su oponente y en ganar casi cualquier balón dividido. Una característica que, poco a poco, está perdiendo y una cualidad que es contagiosa. Por lo que Torreira, ahí, podría incluso empujar a sus compañeros en el césped.
Hay cierta corriente que espera, convencida, que Lucas Torreira es poco más que la reencarnación de Pato Sosa, quien aún aparece en algunas pesadillas de los seguidores rojiblancos. Por salir rebotado del Arsenal, por no ser un jugador tremendamente conocido, por el chascarrillo del fichaje que casi no se lleva a cabo y cerca de convertirse en ridículo y hasta por que no es físicamente agraciado y pasa el 1’65m poniéndose de puntillas. Puede que, que su mayor virtud sea la del robo, la de la garra y la de hacer con nota sobresaliente el fútbol que no se ve le haya jugado una mala pasada de cara a la opinión pública porque eso no significa, ni mucho menos, que no sea un jugador con una calidad más que aceptable con el balón en los pies.
Sin ir más lejos, la primera comparación futbolística que se le dio al uruguayo fue Marco Verratti. Por todo. Orígenes, fisionomía, estilo y resultados. Y es que, igual que el italiano, Torreira se dio a conocer en el Pescara, en Serie B, y por condiciones físicas y técnicas la afición del equipo del delfín vio en el charrúa el fiel reflejo de aquel chico que tuvieron años antes en plantilla. Tampoco hay que olvidar, que fue el Arsenal quien fue a buscar a Torreira y puso 30 millones en el bolsillo de la Sampdoria, donde brilló año y medio, para hacerse con un jugador de 22 años para una posición capital. Y es que, más allá de técnicos puntuales que implanten un sistema, posiblemente los gunners sean, junto al Barcelona y al Ajax, el único club del mundo que durante 20 años haya desarrollado una filosofía de juego pura de passing game propia de la escuela cruyffista. Así, la del pivote es quizás la demarcación crucial. Y por último está el tema estadístico. Si el aficionado rojiblanco, o al fútbol en general, piensa que Thomas era un virtuoso del balón o que, al menos se defendía, ¿Qué no va a pensar de un Torreira que en toda su carrera tiene mejores estadísticas de pases acertados, pases dados y pases claves que el ghanés?
Es cierto que Torreira carece de pase en largo, como también de juego aéreo por una simple cuestión física, y es esta última carencia la que posiblemente le haya sacado de la Premier League. Tampoco su disparo de media distancia es como para echar cohetes y no es un futbolista que se sirva él solo para generar peligro en momentos atascados. Torreira necesita del juego intenso, de la asociación rápida con sus compañeros, de partidos de puro nervio. Con el charrúa, el Atlético añade a su plantilla a un futbolista que, si se asienta como titular, acabará en las primeras posiciones en cuanto a balones recuperados por temporada. Además, tiene en el horizonte la necesidad de brillar de rojiblanco para convencer a un Tabárez del que nunca ha sido primera opción por el simple hecho de no formarse en el fútbol uruguayo. Valverde, Nández, Vecino, Bentancur, Arambarri… La competencia en la celeste es enorme y ahora viene año de Copa América y luego de Mundial. Históricamente, al Atlético le ha ido bien con los charrúas en su plantilla. Y Torreira, que se ha bajado el sueldo para recalar en el Metropolitano y ha rechazado casi una decena de ofertas para jugar de rojiblanco, quiere marcar su camino de la mano del Atleti jugando al lado de un Luis Suárez que en sus inicios fue su ídolo.
Imagen de cabecera: Imago
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