Shkodran huele a líder. Como el edén a sus madrigales en primavera y el empedrado mojado a estaciones que hocican el refugio. Sus poros no necesitan el exfolio porque cuanto más pronunciados son, mayor es el aroma que desprende a capitán. Más, tras la salida de Otamendi el pasado mes de agosto. No es portador del brazalete, pero todos, también en el vestuario, saben que es el heredero encubierto de Nicolás. Ordena, corrige, rivaliza y ambiciona. Con tan sólo 23 años. Y en esa tesitura, la Europa futbolística vigorosa ya lo tiene en los primeros pliegos de sus informes. Si el Valencia quiere seguir engordando su proyecto con facultad no puede echarse otro castaño como lo ha hecho con Feghouli. Con Mustafi no hay urgencia en cuanto a su renovación -firmó hasta 2019- ni tampoco pánico por una cláusula mórbida –vuelven a ser 50 millones de €-, pero sí una obligación moral de reconocerle económicamente todo su crecimiento en el último año. El alemán está en el escuadrón secundario de la plantilla. Y dada su evolución, forja bien el Valencia en querer sentarse y mejorarle el ya vetusto y añejo contrato firmado el verano de 2014. Bayern Munich (el rival a batir), Barça, Real Madrid, Chelsea y un largo etcétera son conscientes del caramelo que supone el de Bad Hersfeld en el mercado. No por bajo coste, sí por fiabilidad y lozanía. Tal vez, y aun abrillantando la cartera del central de origen albano, sería insuficiente para competir en tesoro con los gigantes europeos, pero el futbolista repararía con aplomo que ese compromiso tácito acordado en su llegada, quedaría cumplido.
‘Musta’, como le nombran sus compañeros en el vestuario, sólo piensa en el presente y en salir del socavón en el que se encuentra el Valencia CF. De ahí que sus palabras giren en torno al campo. “Ahora no toca pensar en mi futuro” -aseguró-. Si sigue la ascensión que ha llevado hasta la fecha, los de Mestalla volverán a tener un nuevo caso Otamendi el próximo mercado estival aunque, ciertamente, el arraigo del internacional alemán con la ciudad de Valencia y su cultura ha sido siempre más sólido y desatrancado. Sería imperdonable (salvo pago de cláusula) que los blanquinegros perdieran en sólo dos años a los dos mejores centrales que se recuerda en la Avenida de Suecia en la última década. No coexistiría con el ambicioso proyecto ganador de Peter Lim. Si se quiere luchar de verdad a medio plazo por cotas idílicas no existe el planteamiento de seguir dejando escapar a los mejores futbolistas. Puede hacerse extensible el texto con André Gomes y el Barça.
Los vestuarios adolecen generalmente de paladines. Es una figura tremendamente complicada de encontrar porque no es algo que se aprenda. Se tiene o no se tiene. Y a Shkodran le nace sin búsquedas ni reclamos forzados. Se siente cómodo por genes. No necesita una ajorca de tela cubriéndole el bíceps y el tríceps para sentirse capitán. Y esos son a los que su gente sigue al fin del mundo. El Valencia ha de sentarse cuanto antes a parlamentar con el central. Porque luchar por el liderazgo oriundo es tener el futuro asegurado.