El presente no esconde la realidad. Andy Murray tiene 34 años, es padre de cuatro hijos y se encuentra en el final de su carrera deportiva. Pero, en el presente, siempre hay cierta visión del futuro y el jugador británico quiere intentar competir y dar lo mejor de sí mismo después de haberse sometido a dos operaciones de cadera que amenazaron su carrera deportiva y que, incluso, lo llevaron a anunciar su prematura retirada, entre llantos y sollozos, en la sala de prensa del Melbourne Park (sede del Abierto de Australia) el pasado 11 de enero de 2019.
Aquel anuncio deslumbró al mundo del tenis. Pero Andy, lejos de marcharse, lo volvió a intentar. “Los últimos años han sido complicados para mí. Obviamente, cuando empiezas a acercarte al final de tu carrera deportiva, repasas algunas marcas y detalles que podrías llegar a alcanzar”, relataba en una reciente entrevista con medios oficiales.
El escocés ha tomado la decisión de retomar su relación profesional con el checo Ivan Lendl, por tercera vez, para progresar en un circuito ATP donde quiere volver a tener cabida. Si bien es cierto que alcanzó la final en el torneo de Sídney en la segunda semana de enero, desde entonces Murray no ha logrado pasar de la segunda ronda de un evento.
Esta semana dijo adiós al primero de los Masters 1000 de la temporada, Indian Wells, cayendo ante Alexander Bublik en dos mangas. Sin embargo, eso no parece desanimar al tenista de Dunblane, considerado parte del Big 4 (Nadal, Djokovic, Federer y él) que tantas alegrías y partidos dramáticos le ha brindado a la parroquia del tenis.
Si hay algo que no se le puede achacar es la falta de ambición. Volver a vincularse con Lendl, ocho veces campeón de Grand Slam, es prueba de ello. “He tenido algunos buenos resultados durante los últimos dos años, pero la regularidad ha sido bastante mejorable. Creo que se debe a que el nivel de tenis que he venido jugando no ha sido alto. Tengo mucha confianza en lo que dice Ivan. Hemos logrado excelentes resultados en el pasado”, reflexionaba el británico.
Razón no le falta. En su primer año juntos, Murray logró su primer Grand Slam levantando el trofeo en la Arthur Ashe del US Open 2012. Dio continuidad a la proeza alzando la copa de campeón en el All England Club un año más tarde.
Aquel Wimbledon 2013 le hizo convertirse en el primer hombre británico en coronarse en La Catedral del tenis mundial desde Fred Perry en 1936. Después de aquel triunfo, ambos decidieron poner fin a su primera etapa.
No sería hasta 2016 cuando volvieran a unirse en otro año fantástico para la carrera de Andy. Ganó su segundo título de Wimbledon, ascendió hasta el número 1 mundial, se colgó su segunda medalla olímpica de oro y cerró el curso doblegando a Novak Djokovic en la Copa de Maestros de Londres.
Ahora, desde el 88º escalafón del ranking ATP, ve en Lendl el recuerdo de sus mejores años. Rememorar viejas glorias es la pretensión de un tenista que se aferra a su amor por este deporte para seguir compitiendo.
Tras Indian Wells, viajará a Orlando para entrenar cerca de la residencia donde vive Lendl. Allí entrenarán juntos, durante unos días, para preparar el Masters 1000 de Miami.
“Significa mucho para mí que siga queriendo ayudarme y crea que puedo conseguir grandes resultados. Yo también confío en él para ello. Sigo sintiendo que es posible pero, si él no lo creyera, no creo que aceptara trabajar conmigo y me lo diría. Así que estoy deseando comenzar y espero que estemos en el camino de lograr mejores resultados”.
Andy Murray. 34 años y la mejor de las resiliencias.
Imagen de cabecera: Getty Images