Comentaba Garbiñe Muguruza en la rueda de prensa previa al Masters de Singapur, del que ha sido apeada por la vigente campeona, la polaca Radwanska, que ganar Roland Garros había sido el momento más duro de su temporada. Se refería, evidentemente, al hecho de no haber sabido manejar correctamente el éxito y el incremento de las expectativas generadas en torno a ella tras su triunfo en la Philippe Chatrier ante la número 1 del mundo, Serena Williams.
Desde entonces, han pasado cuatro meses y la caraqueña no ha vuelto a pisar una final, dejando muestras de irregularidad, inseguridad e incluso ansiedad a partes iguales. Una relación complicada con su entrenador, algo de conformismo en sus declaraciones tras algunas derrotas sorprendentes y la dificultad que le genera cerrar partidos que tiene ganados, como el de Pliskova en la primera jornada del ‘round robin’ de Singapur, pueden ser algunas de las causas de este bajón de rendimiento.
La española, de 23 años recién cumplidos, sigue siendo la misma jugadora talentosa que plantó cara a Serena en Wimbledon’2015, arrasó en la gira asiática de ese mismo año y se doctoró en en París esta pasada primavera. Así lo demuestra los brotes de gran tenis que deja en ocasiones, sin ir más lejos, en varios tramos de su partido ante Pliskova en este mismo Masters. Su problema no es tenístico, sino de mentalidad. De una mala asimilación del éxito. El ‘síndrome Eugenie Bouchard’, que algunos se han atrevido a calificar.
Garbiñe, campeona de Roland Garros 2016 | Getty
Su actitud en pista, con tendencias a la desconfianza en sí misma, le han llevado a derrotas contra rivales muy lejanas en el ranking durante la segunda mitad del año, como en Wimbledon -segunda ronda ante Cepelova-, Juegos Olímpicos -octavos ante Puig, a la postre campeona pero de un perfil muy inferior al de Garbiñe-, o US Open -segunda ronda ante Sevastova-. De hecho, una campeona de Grand Slam como ella debió sudar hasta la última semana para sellar su clasificación para el Masters. Algo impensable, dado que que el triunfo en la arcilla parisina otorga 2000 puntos, más del 60% necesario para estar en Singapur.
Acabará temporada en el noveno puesto del ranking, una caída libre espectacular teniendo en cuenta que llegó a tener una bala para ser la mejor del mundo hace apenas mes y medio en el Abierto de los Estados Unidos. A Garbiñe sólo le queda parar y reflexionar. Tiene más de dos meses de descanso hasta la próxima cita, en Australia, donde deberá comenzar a mostrar un salto cualitativo en cuanto a seguridad si quiere ser considerada una jugadora aspirante a ocupar el hueco que, inevitablemente, irá dejando Serena Williams con el paso del tiempo.
Paradojas del destino, dicho lugar lo ocupa ahora la alemana Kerber, una tenista mucho menos predestinada que Muguruza, pero que ha asimilado su primer triunfo en un ‘major’, también ante Serena, de una manera distinta a la española. ‘Angie’, jugadora que se acerca ya a la treintena, acompañó a su título en Melbourne -una sorpresa mucho mayor al éxito de Garbiñe en París, por cierto- una final en Wimbledon, una plata olímpica, y otro ‘grande’ en Nueva York, que vino acompañado del trono femenino, desbancando a una Serena carente de discusión desde principios de 2013. Por muy distintas que sean, ese es el espejo en el que se debe fijar Garbiñe. Como ha hecho Kerber en 2016, le toca ponerse el mono de trabajo para llegar al Olimpo.